María C. García Aguilar, M. Rafael Ramírez León y Alfonsina E. Romo Curiel

El término cetáceos incluye a ballenas, delfines y marsopas, todos ellos animales carismáticos que despiertan una simpatía natural en la gente por su majestuosidad y belleza. Pero los cetáceos son mucho más. Son mamíferos marinos de gran tamaño –algunas especies superan los 10 metros de longitud y pesan varias toneladas– que desempeñan un papel importante en la estructura de las comunidades marinas.

Se encuentran en diferentes tipos de hábitats, desde bahías y estuarios hasta zonas marinas de grandes profundidades. Además, son depredadores tope (están en la cima de la cadena trófica) que se alimentan de una gran diversidad de presas (plancton o calamares y peces, o incluso de otras especies de mamíferos marinos).

Estas características los hace excelentes indicadores del estado de salud de los ecosistemas que habitan, por lo que el conocimiento de sus parámetros poblacionales, tamaño, distribución geográfica y de edades es una herramienta útil para priorizar regiones marinas destinadas a la conservación.

El Golfo de México alberga una diversidad relativamente alta de cetáceos, con 20 especies residentes, incluyendo una ballena (el rorcual tropical) y 19 odontocetos (cetáceos con dientes). Desafortunadamente, la información sobre diferentes aspectos de su ecología es muy limitada, lo que hace difícil plantear medidas de manejo y conservación efectivas.

Con el afán de contribuir a llenar este vacío de información. En el tomo VIII del Atlas de Línea Base Ambiental del Golfo de México, nos enfocamos en identificar aquellas áreas geográficas donde se pudieran agregar los odontocetos, el cual no se incluyó debido a que se distribuye exclusivamente en aguas norteamericanas del Golfo de México.

Estos datos son de gran utilidad no solo para caracterizar las regiones que podrían ser particularmente importantes para estos mamíferos marinos, sino también para optimizar los programas de mitigación de amenazas asociadas a las actividades humanas que se desarrollan actualmente dentro del Golfo de México.

Elaborar los mapas que se incluyen en el atlas fue todo un reto: utilizamos extensas bases de datos de avistamientos históricos (desde la década de 1970 hasta 2017) registrados en aguas mexicanas, norteamericanas y cubanas que se combinaron con variables físicas, químicas y biológicas a través de modelos ecológicos.

El resultado de este esfuerzo fue la descripción más completa a nivel de ecosistema (es decir, de todo el Golfo de México) de los patrones espaciales de la distribución de los odontocetos más comunes realizada hasta la fecha.

Además, al acoplar los mapas pudimos identificar los principales hotspots (áreas relativamente pequeñas donde los depredadores tope tienden a agregarse y que son persistentes en el tiempo) dentro del golfo.

Si bien los mapas que conforman el tomo VIII del atlas aportan información científica valiosa para la planificación a nivel local de las acciones de manejo y conservación de los cetáceos y su ambiente, aún falta mucho por hacer. Incluso ahora, cuando está a punto de completarse el primer cuarto del siglo XXI, el conocimiento de los cetáceos del Golfo de México sigue siendo muy limitado, lo que dificulta la ubicación de sus zonas de agregación. Claro ejemplo de esto es que de las 19 especies de odontocetos que habitan en el golfo solamente de 11 se tiene la información suficiente para elaborar mapas confiables.

Un primer paso para resolver este problema es el establecimiento de estrategias de monitoreo multinacionales de largo plazo. Hay que recordar que en el Golfo de México convergen las zonas económicas exclusivas de México, Estados Unidos y Cuba. Ante la gran capacidad de desplazamiento de los cetáceos y porque no existen barreras físicas para ellos en el ambiente marino, es posible que las poblaciones sean transfronterizas; es decir, que animales que se observan las aguas de cualquiera de los tres países pudieran ser parte de una sola población.

Conocer la dinámica de las poblaciones es fundamental para la conservación y manejo de los cetáceos. También lo es entender el efecto de los estresores ambientales de origen antropogénico. El Golfo de México proporciona servicios ecosistémicos de alto valor socioeconómico que están asociados a una gran variedad de actividades humanas.

Los disturbios generados por estas actividades en las aguas marinas (por ejemplo, la contaminación acústica originada por la exploración sísmica o el tráfico marítimo) pueden ejercer un efecto directo sobre la distribución y abundancia de los cetáceos, por lo que es necesario evaluar su nivel de impacto.

De igual importancia son las actividades productivas que se llevan a cabo en la zona costera terrestre (por ejemplo, industria y agricultura), ya que estas pueden afectar la cantidad y calidad del agua de los ríos que desembocan en el Golfo de México, con el consecuente impacto en el aporte de nutrientes y contaminantes hacia la zona marina y, por lo tanto, sobre las poblaciones de cetáceos.

María C. García Aguilar, M. Rafael Ramírez León y Alfonsina E. Romo Curiel
Departamento de Oceanografía Biológica, CICESE
Correo-e: gconcha@gmail.com

Tomado de: La Jornada Ecológica