El CIGoM, consorcio formado por varias instituciones científicas, busca proteger el ecosistema del Golfo de México ante un derrame de crudo.

Hace casi una década —el 20 de abril de 2010—, la plataforma petrolera Deepwater Horizon explotó cuando trabajaba en la perforación del pozo “Macondo” en el Golfo de México. La enorme estructura de seis pisos de altura —operada por British Petroleum— ardió durante dos días seguidos antes de hundirse en las profundidades del océano.

Durante los tres meses que tardó en ser bloqueada, la fuga expulsó 780 millones de litros de crudo, que extendieron una gigantesca mancha negra sobre la superficie del mar. Además, se añadieron siete millones de litros de dispersante tóxico, que provocaron la formación de gotitas de aceite que se hundieron en las profundidades, poniendo en grave riesgo la vida submarina.

Fue una catástrofe de proporciones épicas, el derrame accidental de petróleo más grande y uno de los mayores desastres ecológicos de la historia, aunque hasta hoy no se conocen a detalle la magnitud de los daños ni los efectos del derrame porque se sabía muy poco de las condiciones en que se encontraba el Golfo antes del derrame.

Fue así como, paradójicamente, de la tragedia y el desconocimiento nació la oportunidad sin precedente de estudiar a fondo con fines de preservación el ecosistema del Golfo, comenta la Dra. Leopoldina Aguirre Macedo, del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), Unidad Mérida.

Un tesoro en peligro

El Golfo de México es uno de los ecosistemas marinos más extensos y complejos del planeta. Cuenta con más de 15,000 especies conocidas, repartidas en sólo 1.5 millones de kilómetros cuadrados de océano —una densidad mucho mayor de especies que los mares que rodean Australia, con 40,000 especies conocidas en más de 13.6 millones de kilómetros cuadrados—, de acuerdo con la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de las Naciones Unidas (COI).

Pero es también la zona con el mayor número de plataformas petroleras: 265 (175 de EE.UU. y 88 de México) y, según el mismo organismo, el ecosistema marino más amenazado del planeta.

Antecedentes

El gobierno de México reaccionó al accidente casi de inmediato. Integró una comisión intersecretarial para dar seguimiento al derrame y definir estrategias de contingencia, a cuyas sesiones fueron invitados en calidad de expertos investigadores del Cinvestav y otras instituciones nacionales, recuerda la Dra. Aguirre.

Ya controlado el vertido de crudo, se decidió realizar un estudio de tres años para determinar su impacto en las aguas mexicanas a cargo de un grupo formado por instituciones académicas y de gobierno, bajo la coordinación del Instituto Nacional de Ecología, actualmente Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (Inecc), órgano desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que dio los recursos.

Al final de esos tres años de investigaciones, que servirían para determinar si México entablaba una demanda contra BP por daños ambientales, surgió un problema: cada institución usó sus propios criterios y metodologías, por lo que no había homogeneidad. “Aunque se hizo un trabajo enorme y toda la información obtenida era válida, de alta calidad, cada muestreo siguió parámetros distintos, por lo que fue imposible armar el escenario completo”.

Ante la necesidad de hacer más, el grupo de científicos y personal de Pemex crearon la demanda “Implementación de redes de observación oceanográficas (físicas, químicas y ecológicas) para la generación de escenarios ante posibles contingencias relacionadas con la explotación y producción de hidrocarburos en el Golfo de México”.

Era una demanda enorme, que requería mucha información, recuerda la doctora, por lo que se integró en 2015 el CIGoM (Consorcio de Investigación del Golfo de México), en busca de generar el mayor conocimiento posible sobre este cuerpo de agua, permanentemente expuesto a la explotación petrolera.

El CIGoM —formado por las instituciones académicas Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese), Cinvestav Mérida, UNAM, Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (Cidesi), Universidad Autónoma de Baja California (UABC) e Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (Inecc) y la empresa privada Baja Innova— presentó el proyecto al fondo sectorial de hidrocarburos de la Secretaria de Energía (Sener) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), que lo aprobaron en 2014 con un presupuesto de operación de alrededor de $1,500 millones.

Por su monto de inversión, sus participantes y sus metas, se trata de uno de los más grandes proyectos científicos del país y quizás el más vital para la oceanografía de México.

Las investigaciones, en las que trabajan más de 300 personas de instituciones nacionales e internacionales dentro y fuera del CIGoM, está organizado en cinco líneas de acción, explica la investigadora:

  • Línea base y monitoreo ambiental, que tiene como objetivo establecer variables oceanográficas, biogeoquímicas, biológicas y ecológicas claves para evaluar impactos y diseñar estrategias de mitigación en casos de derrames en gran escala.
  • Degradación natural de hidrocarburos, para caracterizar la capacidad de respuesta natural del ecosistema ante derrames de gran escala.
  • Análisis de escenarios de derrames, para evaluar las potenciales consecuencias de los diferentes escenarios de accidentes con petróleo.
  • Plataformas de observación oceanográfica, que consta de un sistema de mediciones in situ y remotas del ambiente marino del Golfo de México.
  • Modelos numéricos de circulación y biogeoquímica para evaluar la evolución, el destino y los posibles efectos de derrames de gran escala.

El trabajo, que comenzó en 2015 y concluirá a inicios del próximo año, ha sido intenso, comenta la Dra. Aguirre. “Al terminar, por fin sabremos cuál es el estado de salud del Golfo de México, cuál es su situación de vulnerabilidad y qué tendremos que hacer cuando ocurra un gran derrame de hidrocarburos”, señala la investigadora.

CIGoM en cifras

El CIGoM lleva a cabo uno de los mayores proyectos científicos en la historia del país.

  • 1,500 millones de pesos es el monto otorgado para el proyecto.
  • 5 años durarán los trabajos, que comenzaron en 2015 y finalizarán en marzo de 2020.
  • 100 personas del Cinvestav Mérida participan, entre investigadores de base y auxiliares, técnicos y estudiantes.

Tomado de: Diario de Yucatán