Un equipo de científicos del Cinvestav y Ecosur Campeche identifica y mide los mayores desafíos a que se enfrenta la biodiversidad del Golfo de México

La pesca de arrastre intensiva está provocando la degradación de los fondos marinos del Golfo de México, de acuerdo con investigadores del Cinvestav Mérida y Ecosur Campeche, que le han puesto rostro, nombre y peso a las mayores amenazas para la estabilidad de estos hábitats de vital importancia.

Los científicos señalan que además del impacto de las actividades humanas, los organismos que habitan este frágil ecosistema tienen que soportar los efectos del cambio climático, con el aumento de las temperaturas y la acidificación del agua, que absorbe más CO2 del que puede tolerar.

Otras amenazas cuantificadas son el tránsito de embarcaciones y el incremento de la frecuencia e intensidad de huracanes y tormentas. “Pero de todas, el arrastre por actividades de pesca es la que genera mayor riesgo para la vida en los sedimentos del Golfo”, comenta el Dr. Daniel Pech Pool, coordinador del estudio.

Enmarcado en el CIGoM (Consorcio de Investigación del Golfo de México), el proyecto más importante en la historia de la ciencia en el país, el estudio de los fondos marinos tiene como objetivo conocer tanto los organismos que viven en esos ecosistemas (de 15 a 3,600 metros de profundidad) como las características de los sedimentos: tipo, tamaño de grano y contenido de materia orgánica.

Tan sólo en el fondo de la plataforma de Yucatán se han registrado más de 1,400 especies de invertebrados bentónicos, de los cuales es probable que 2% sean nuevas especies para la ciencia, es decir, que nunca nadie las había encontrado y descrito, y 0.1 % especies no nativas, que a lo largo de los años han llegado y se han establecido en la zona, señala el Dr. Pech, coordinador de la Unidad Campeche del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) y responsable del laboratorio de Biodiversidad Marina y Cambio Climático (Biomarca).

Labor inédita

Los expertos se abocaron también a la tarea de cuantificar las amenazas a la biodiversidad, la estructura y el funcionamiento de los lechos marinos, algo que nunca se había hecho pero que se ha vuelto prioritario. “Esto tiene que ver no sólo con la identificación de las amenazas, sino con el peligro real que representan y con la forma como están respondiendo los ecosistemas”.

Los estudios de vulnerabilidad —que incluyen a los peces, zooplancton y pastos marinos— buscan también precisar cuáles áreas son las más afectadas y en cuáles confluyen varios peligros.

Es necesario saber cuál es el estado de salud del Golfo y qué problemas lo están afectando para luego añadir en el laboratorio los efectos de un derrame de petróleo, explica. “Pasa como con el organismo humano: cuando alguien enferma de gripe, su sistema comienza a combatir la enfermedad, pero si se expone a otro virus o bacteria, el riesgo de infección es mayor”.

Inventario

En el fondo marino están los grandes invertebrados —camarones, langostas, esponjas— y otros mucho más pequeños que están enterrados en el sedimento, como crustáceos, caracoles, bivalvos, gusanos poliquetos… “son muchos y no los conocemos porque no se ven, no son carismáticos ni de valor comercial directo, aunque sirven de alimento para otros organismos que sí tienen importancia económica”.

Los científicos buscan saber cuál es el impacto de las enormes redes de la pesca de arrastre que se llevan por delante todo lo que encuentran en su camino; del transporte marítimo que a su paso va dejando rastros de aceite y combustible; de la acidificación marina; de los huracanes… “Una vez que sepamos y entendamos sus efectos en los ecosistemas, podremos añadir la otra amenaza, que es el derrame de petróleo”.

En términos generales, dice el investigador, existía información sobre el Golfo de México, pero en el tema específico de los efectos nocivos de los derivados de los hidrocarburos sobre los organismos, hubo que realizar experimentos de mesocosmos.

“Los mesocosmos son sistemas experimentales que analizan el ambiente natural bajo condiciones controladas. De esta manera, los estudios brindan un vínculo entre investigaciones de campo y experimentos de laboratorio”.

Los ensayos consisten en introducir organismos vivos en tanques con agua de mar, en los que se crean condiciones similares a los ambientes oceánicos de Yucatán. Tras inyectar petróleo en diferentes concentraciones, se miden las reacciones del organismo expuesto al crudo y lo que ocurre en la columna de agua: cómo el oxígeno y la salinidad se modifican, cuáles son los organismos que bajan de número y cuáles se incrementan.

Los experimentos, que duran de 15 a 20 días, son con peces y con fitoplancton, conjunto de microorganismos con capacidad fotosintética que viven dispersos en el agua y que están en la base de la cadena alimentaria de los ecosistemas acuáticos, ya que sirven de alimento a organismos mayores.

En busca de conocimiento

Había una experiencia previa con los cruceros oceanográficos del Instituto Nacional de Ecología realizados de 2010 al 2012, comenta el Dr. Pech, quien formó parte de las expediciones que fueron en busca de señales de que el crudo derramado en la explosión de una plataforma había llegado a aguas mexicanas.

Así que cuando iniciaron el nuevo estudio los científicos tenían nociones de lo que iban a encontrar en el fondo marino de la plataforma de Yucatán y contaban con la metodología, las técnicas, el conocimiento… “Pero el reto fue mayor esta vez: había que obtener información a más de 3,500 metros de profundidad en la zona de Perdido, lo que requería otras técnicas, otros equipos”.

“Confirmamos que la diversidad del fondo de la plataforma de Yucatán está bien, lo nuevo fue el conocimiento de las amenazas que en un futuro podrían alterar lo que hoy existe”.

Se sabe entonces que el Golfo de México está bien y que los peligros actuales no lo ponen en riesgo, que tiende a recuperarse después de un evento. “Lo que desconocemos aún es qué va a pasar cuando se agudice la acidificación marina o aumenten los huracanes… no sabemos cómo va a responder”.

Principales hallazgos

Aunque el estudio está aún en fase de revisión de resultados, el Dr. Pech hace un recuento preliminar de sus principales hallazgos.

En primer lugar, habla del descubrimiento de especies nuevas, como un crustáceo (anfípodo) descrito el año pasado y otras seis o siete que falta por analizar.

Otro hallazgo relevante es que existen más especies de las que se pensaba: se han contabilizado unos 1,400 invertebrados marinos (crustáceos, gusanos, gasterópodos…) que viven en el fondo del mar del Golfo de México.

Asimismo, que pese a las amenazas presentes, el ecosistema de la plataforma de Yucatán es estable gracias, entre otras razones, a que se ha frenado un poco la pesca de arrastre, que la acidificación marina no ha sido tan grave en esta zona y que la dirección de las corrientes favorece que se renueven las especies.

También que la información obtenida ha permitido elaborar por primera vez un mapa de las zonas vulnerables de la plataforma de Yucatán, en función de los organismos que viven allí y en función de las amenazas.

“Entre lo más destacado hay que mencionar que empezamos a entender cómo reacciona un organismo cuando entra en contacto con el crudo. Se sabe que un derrame es una catástrofe en términos económicos y ecológicos, pero nos faltaba saber a ciencia cierta qué pasa exactamente en los organismos, qué pasa en las larvas, cuál es la respuesta a nivel de población. Encontramos que algunos producen una enzima que les permite sobrevivir y degradar el petróleo a su alrededor y cosas de las que hace unos años no teníamos ni idea. Tal vez esto sea uno de los mayores hallazgos del estudio”.— Megamedia

Lo que nos ocupa después de caracterizar la biodiversidad es identificar y cuantificar las amenazas que están actualmente presentes en el Golfo de México.

Tomado de: Diario de Yucatán