Paula Pérez Brunius & Julio Sheinbaum, investigadora e investigador del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada.

La exploración y explotación de hidrocarburos en México se realiza principalmente en el mar, cerca y fuera de la costa.
Puesto que la economía mundial seguirá dependiendo del petróleo en el corto y mediano plazos, estas actividades continuarán por un tiempo relativamente largo con el consiguiente riesgo de derrames a gran escala, como los ocurridos en
el golfo de México en los pozos Ixtoc-I en 1979 y Macondo en 2010, con graves consecuencias ambientales y económicas.
Por ello, es imprescindible contar con una estrategia sustentada en bases científicas sólidas que permita trabajar en planes de contingencia, para responder a probables accidentes o desastres de esa naturaleza. ¿Cómo? Adoptando medidas preventivas y facilitando la distribución óptima de recursos humanos y materiales necesarios para mitigar sus efectos.

Múltiples factores

Cada derrame de petróleo tiene características muy particulares, porque la dispersión y evolución de los hidrocarburos derramados depende de diversos factores. Por un lado, están las características del accidente: localización y propiedades del pozo, tipo de petróleo en producción, cantidad de aceite derramado (cada hora) y el tiempo durante el cual permanece
abierto el pozo. Sin embargo, lo que en gran medida determina el destino del petróleo son los vientos y las corrientes predominantes durante el evento, ya que son los responsables de transportarlo lejos del sitio del siniestro y… como podrán imaginarse, son muy variables. Además, la quema intencional del petróleo en superficie, usada como medida de mitigación, libera contaminantes atmosféricos y su llegada a centros de población en tierra firme depende de los vientos presentes al momento.

Difícil predicción

En ese sentido, predecir el destino de un derrame es un problema análogo al de la predicción de huracanes. No podemos
predecir con suficiente antelación cuándo y dónde se formará el próximo huracán, ni qué ruta seguirá, ya que dependerá
de condiciones ambientales del momento. Pero contamos con cien años de registros, y sus estadísticas nos indican que la
península de Yucatán es una de las regiones que probablemente se verá más impactada. También sabemos que es poco probable que estos eventos afecten al altiplano chihuahuense. Una vez formado el huracán, hay modelos computacionales que nos permiten predecir con cierta precisión la ruta que seguirá y los tiempos que tardará en desplazarse, utilizando información de las condiciones ambientales del momento. En el caso de derrames de petróleo en el golfo de México, sólo han ocurrido —¡afortunadamente!— dos grandes accidentes, si bien insuficientes para hacer estudios estadísticos. No obstante, contamos con modelos computacionales que nos permiten simular una gran cantidad de eventos en diferentes puntos y bajo condiciones ambientales distintas, con los cuales sí podemos determinar estadísticamente las regiones que pudieran verse impactadas.

Dichos modelos, a su vez, obtienen información de modelos de circulación que reproducen de modo realista las corrientes
marinas, el oleaje y los vientos. Los modelos de derrames son cada vez más sofisticados y sirven para calcular la evolución
del petróleo liberado, incorporando el efecto de diversos y complejos procesos involucrados en la transformación y degradación de los hidrocarburos en el mar y en la evolución química de los aerosoles, además de la información de corrientes, olas y vientos.

Generando escenarios de derrame

Uno de los objetivos del megaproyecto realizado por el Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM) fue determinar las regiones que podrían verse más afectadas por derrames de gran escala en seis pozos localizados en aguas profundas del golfo de México occidental. Para ello, se realizaron numerosas simulaciones de derrames en cada pozo, manteniendo las mismas condiciones del accidente (características del pozo, tipo de petróleo, flujo y duración del derrame y del incendio intencional), pero iniciados en fechas distintas y, por tanto, en condiciones diferentes en cuanto a las corrientes y
vientos simulados (Figura 1). Con los escenarios de derrame se obtiene una estadística de los resultados de todas las simulaciones y se determinan las áreas con mayor probabilidad de verse afectadas. Es decir, se identifican las que sufren
en más eventos derrames de petróleo o llegadas de aerosoles liberados en la atmósfera. (Figura 2).


Los escenarios muestran el probable arribo de petróleo a las costas de Tamaulipas y Texas por derrames iniciados en los pozos frente a Tamaulipas. En tanto, las costas, desde Tabasco hasta Texas, podrían recibir petróleo derramado en pozos ubicados al suroeste del golfo, siendo las costas de Veracruz y Tamaulipas las de mayor probabilidad de daños.
Además, es poco probable que llegue petróleo a la península de Yucatán por derrames ocurridos en los seis pozos analizados. Esta información sentó las bases para evaluar qué especies y qué ecosistemas marinos podrían verse afectados
(ver en estas páginas Saldaña et al., «Los ecosistemas marinos y su afectación por derrames de petróleo»). Y será de gran utilidad para generar planes de atención por contingencia petrolera, como se hizo en el caso de tortugas marinas (ver
en estas páginas Liceaga et al., «Conservación de las tortugas marinas»). En el caso de la atmósfera, los aerosoles liberados por incendios en cuatro de los seis pozos pueden afectar la calidad del aire de las poblaciones costeras de Tamaulipas y Veracruz, sobre todo en días de brisa de primavera y verano (Figura 3).


Los escenarios son útiles para tomar medidas preventivas que limiten el impacto de posibles derrames, particularmente
dar prioridad a las zonas con mayor probabilidad de daños. Sin embargo, su utilidad es limitada durante un evento real, ya que los equipos que dan atención al siniestro requieren continuamente de predicciones específicas al evento sobre la dirección y rapidez con que se dispersará la mancha. Para ello, se requiere adecuar los modelos arriba mencionados a fin de que trabajen de forma predictiva, incorporando observaciones que les permitan corregir posibles errores y mejorar la predicción, como se hace para los huracanes. Actualmente CIGoM trabaja en el desarrollo de estas herramientas.

Número completo disponible en: https://conacyt.mx/wp-content/uploads/publicaciones_conacyt/ciencias_y_humanidades/03_Ciencias_y_Humanidades.pdf