«Una vez finalizado el proyecto CIGoM, el siguiente paso tendría que ser crear una agencia oceanográfica mexicana», señala un investigador.

Está por llegar a su fin la aventura excepcional que iniciaron hace cinco años las nueve instituciones más importantes del país en investigación oceanográfica, química, física y biológica para descifrar los misterios de uno de los ecosistemas marinos más importantes del planeta y garantizar su conservación.

El Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM) comienza a mostrar los abundantes frutos que cientos de especialistas de todo el país, en un ejemplo de colaboración eficiente, han logrado obtener en esta empresa de primer nivel, en la que Yucatán está jugando un papel muy importante.

El CIGoM, definido como “el mayor proyecto de investigación oceanográfica que se ha emprendido en México”, se ha convertido en un parteaguas en la historia del Golfo, asegura el Dr. Víctor Vidal Martínez, investigador del Cinvestav Mérida.

“Habrá un antes y un después del conocimiento adquirido en estos últimos cinco años. Podremos entender qué pasa en el Golfo, saber en qué estado se encuentran tanto el ecosistema como los seres que lo habitan y cuán vulnerables son a un derrame de hidrocarburos… incluso cómo revertir el daño”.

En plena recta final —el proyecto concluirá este mes—, los científicos están entregados en cuerpo y alma al procesamiento final de la información, que estará contenida en una gran colección de Atlas.

Cooperación

El Dr. Vidal resalta los que considera dos aspectos sobresalientes del CIGoM: la capacidad de integración de diferentes instituciones científicas en un proyecto único y la exploración global del Golfo de México, con muestreos masivos desde la superficie hasta profundidades de más de 3,500 metros, algo que nunca se había abordado así hasta ahora.

La cooperación es uno de los grandes logros alcanzados, abunda. El proyecto consiguió crear una nueva cultura de la cooperación en la comunidad científica mexicana y demostrar como a través de esta colaboración pueden abordarse ambiciosos objetivos de investigación.

En lo que se refiere al segundo punto, por fin se tendrá una “fotografía” de la situación del Golfo en su conjunto, un punto cero, una línea base desde la cual se podrán ir haciendo comparaciones y referencias para establecer los cambios futuros y evaluarlos.

Conocer su condición ecológica actual es muy importante, considera el investigador. Sobre todo porque es una zona de alto riesgo, ya que en la industria del petróleo siempre está presente la posibilidad de un accidente con consecuencias ambientales graves. Y todo el tiempo están pasando cosas: nortes, huracanes, errores humanos, fallas en el mantenimiento de los sistemas… muchas amenazas.

“En caso de un derrame, algo que nadie desea pero que puede suceder en cualquier momento, podremos determinar cuál es la responsabilidad legal de las compañías petroleras para que paguen lo que deben de pagar a fin de que se lleve a cabo un programa de remediación lo mejor posible y se puedan restablecer las funciones del ecosistema”.

Otro punto a resaltar es la confiabilidad y la validez de la información generada en el proyecto, indica. Hasta hace poco, no existían los datos completos, adecuados y precisos que se necesitaban para tomar decisiones concernientes al Golfo.

“Las compañías de petróleo generaban su propia información, la cual, además de su secrecía porque era estratégica para ellas, tenía el problema de que era tomada por diferentes instituciones y con diferentes métodos”, dice.

Cuando llega CIGoM, se estandariza todo. Hoy en día, lo que haga la Universidad Autónoma de Baja California, lo que hagan Cicese, UNAM o Cinvestav es igual de confiable porque todos siguen las mismas metodologías. Extraer agua, ver la clorofila, el zooplancton, el fitoplancton, los peces, determinar las concentraciones de hidrocarburos, de metales o pesticidas, todo procedimiento, toda técnica de trabajo sigue metodologías estandarizadas. “Por eso digo que en el Golfo de México hay un antes y un después del CIGoM”.

¿Cómo estamos?

En lo que respecta a la evaluación del estado de salud del Golfo, señala que todos los datos indican que las condiciones, tanto en el caso del agua como de los organismos y el sedimento, son de regulares a buenas.

Conocido el diagnóstico, una pregunta obligada es si el país ya está preparado para afrontar un derrame de crudo. “Honestamente, si fuera un vertido pequeño, tal vez. Pero uno de grandes dimensiones no lo creo”.

“No tenemos ni la infraestructura ni el equipo, faltan barcos, redes, barcazas. En simulacros hemos visto incluso que la gente no tiene cascos, botas, guantes ni caretas adecuados”.

Una condición importante, opina, es trabajar en la parte técnica para poder establecer qué equipo se necesita, qué clase de dispersante se usaría y cuáles serían sus potenciales efectos en los organismos, así como precisar en cuánto tiempo se podría recuperar, bajo ciertas condiciones, el ecosistema.

“Una apreciación personal es que seguiremos dependiendo del petróleo durante los próximos 30 años, así que al menos durante este tiempo tendríamos que estar preparados para un posible derrame. Hoy no estamos listos… ¿algún día lo estaremos? Todo depende de la voluntad institucional del país”.

Una NOAA mexicana

El proyecto del CIGoM está a punto de terminar, pero es indispensable continuar la medición del comportamiento del Golfo. Se sabe ahora que no es uniforme, que cada zona se comporta de forma distinta, “o sea, no somos capaces de captar toda la variabilidad que tiene este sistema. Hay que seguir monitoreando”.

Ha sido una bonita experiencia estar en este proyecto, que además permitió a las instituciones de investigación adquirir equipo e infraestructura y conocernos, trabajar juntos, dice. “Es fundamental darle continuidad, ya sea mediante un CIGoM 2 o con la creación de una agencia oceanográfica mexicana, nuestra versión de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) de EE.UU.”.

“La inversión fue muy grande, pero CIGoM ha generado una cantidad enorme de recursos humanos. Sería maravilloso que este gran esfuerzo culminara en una Comisión Oceanográfica Mexicana”, concluye.— D.Y.

Difusión

Con esta entrega, concluye la serie de reportajes especiales del Diario sobre el CIGoM.

Finaciamiento

Financiado con $1,500 millones de pesos por el Fondo Sectorial Hidrocarburos del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y la Secretaría de Energía (Conacyt-Sener), el proyecto integra a más de 300 investigadores de nueva instituciones del país.

Tomado de: Diario de Yucatán