“¿Quieres oler el mar?” me pregunta la Dra. Diana Sahonero cuando estamos dentro de un laboratorio en el tercer piso del Instituto de Biotecnología de la UNAM, a 250 km de la costa más cercana. Ella no espera mi respuesta, y abre uno de los varios refrigeradores al fondo del laboratorio. Yo me acerco e inhalo profundamente. Sí, hay un olor marino, salado y metálico; pero no exactamente a mar, sino a pescadería, casi a descomposición. Y eso es justo lo que pasa dentro del refrigerador, y en todo el laboratorio: hay bacterias que están degradando sustancias orgánicas… petróleo.

El derrame que derramó el Golfo

El derrame petrolero más grande de la historia sucedió el 20 de abril del 2010 en el Golfo de México. Once personas murieron ese mismo día y la fuga no se controló sino hasta el 19 de septiembre, cinco meses después. Para ese entonces, se calcula que el pozo de la plataforma Deep Water Horizon de la empresa British Petroleum, derramó 757 millones de litros de petróleo crudo directamente al Golfo de México, a una profundidad de 1,500 metros.

El derrame afectó los ecosistemas del golfo y causó la muerte de aves, peces, tortugas, delfines -entre otros cetáceos-, además de contaminar los campos y cultivos de las costas. Fue en ese momento cuando los científicos descubrieron lo poco que conocían el Golfo de México. Ninguno de sus modelos pudo predecir hacia dónde se movería el crudo y cómo afectaría la vida marina. Hasta la fecha, nadie sabe dónde se encuentra el 25% del crudo derramado.

Al percatarse de esta situación insostenible, un grupo de científicos mexicanos decidió tomar cartas en el asunto: “Debemos de poder contender con los riesgos de derrames de petróleo a gran escala” comenta la Dra. Liliana Pardo, una de las coordinadoras del Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM), e investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM. “Necesitamos saber qué hay en el Golfo de México, tener un atlas detallado, así, cuando suceda algún otro derrame –porque seguramente lo habrá- podremos saber cómo se comporta el golfo con una alteración de esa magnitud, además de poder responder rápidamente para contrarrestar la contaminación”.

El CIGoM surgió como una propuesta de la comunidad científica del país para conocer, proteger, y explotar de mejor manera el Golfo de México. El consorcio reúne a la Secretaría de Energía, PEMEX, Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE), y a varios institutos de investigación de la UNAM. “En el 2015, el Conacyt le otorgó al CIGoM 1,500 millones de pesos. Es el proyecto que más fondos ha recibido en la historia del Conacyt”. Comenta la Dra. Pardo.

El CIGoM tiene distintos proyectos y reúne a más de 200 científicos en equipos multidisciplinarios. “Para mí es fantástico. Es la forma de avanzar y proponer nuevos paradigmas”, relata Liliana. “A nosotros nos toca la parte más pequeña del golfo, las bacterias”.

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