Un estudio del CIGoM mide a detalle la vulnerabilidad de cada ecosistema y cada especie del Golfo de México ante un potencial derrame de petróleo.— La Península de Yucatán

Entre los abundantes frutos del proyecto de exploración del Golfo de México más ambicioso, integrador y costoso de la historia en nuestro país, sin duda uno de los más importantes fue el estudio de la vulnerabilidad ambiental de esta cuenca oceánica, rebosante de hábitats y especies, ante un derrame de petróleo.

La intensa actividad relacionada con la extracción de hidrocarburos representa uno de los mayores peligros para la región marítima, comparable con el del cambio climático. Entre 1975 y 2017 ocurrieron casi 50 derrames de crudo, de los cuales 10 fueron significativos y provocaron un profundo impacto en el medio ambiente, la flora y la fauna marinas.

De allí que evaluar la vulnerabilidad de este ecosistema y determinar el potencial de impacto de vertidos de petróleo en sus aguas y costas resulta esencial para elaborar estrategias de respuesta y mitigación y garantizar así su conservación.

La doctora Luz Erendi Saldaña Ruiz define la vulnerabilidad como “la medida en la que un sistema, subsistema o componente de un sistema es susceptible a daños o afectaciones debido a la exposición a una o varias amenazas y a su capacidad adaptativa para hacer frente a estos efectos adversos”.

Escenarios

“En este contexto, con el megaproyecto en marcha, varias líneas de investigación abiertas y ya con datos sobre los ecosistemas del Golfo y sus especies, era importante generar escenarios realistas de derrames de crudo en el ambiente marino”, cuenta la Dra. Saldaña Ruiz, del Departamento de Oceanografía Biológica del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese).

Para lograr esto, señala, los investigadores combinaron modelos matemáticos y computacionales con la información disponible sobre corrientes oceánicas, profundidades del mar, vientos, propiedades físicas y químicas (peso, densidad, viscosidad, solubilidad, evaporación) de tres tipos de petróleo (ligero, mediano y pesado), etc., a fin de crear mapas de las posibles trayectorias de una mancha a partir de puntos determinados.

Después vino el estudio de la parte biológica y después la evaluación de vulnerabilidad de todo el ecosistema marino —llamada vulnerabilidad ambiental— ante diferentes escenarios de derrame de petróleo de gran escala.

“Usamos una metodología que siguen muchos otros países y que evalúa el aspecto físico (tipos de hábitat, fondo marino, costa) y la parte biológica, identificando especies clave y su distribución”.

Posteriormente, se obtuvo la probabilidad de traslapo, combinando los resultados de la vulnerabilidad ambiental con los resultados de seis escenarios de derrame originados en puntos de posibles exploraciones de petróleo.

Once regiones

Como primer paso en la investigación y para facilitar el análisis, se dividieron el Golfo y el Mar Caribe mexicano en 11 regiones de gran extensión, basados en sus características oceanográficas físicas y biológicas: desde secciones de aguas poco profundas a zonas abisales. A cada sección se le hizo la evaluación.

“Los principales obstáculos que afrontamos fueron la amplia diversidad de ecosistemas y especies que existen en el Golfo y el Caribe y la poca información disponible, sobre todo de las áreas muy profundas, las que están más allá de los 3,000 metros”, comenta la Dra. Saldaña Ruiz.

Lo siguiente fue identificar los tipos de hábitats que hay en cada región y hacer su evaluación. Por ejemplo, en la parte costera se hizo toda una caracterización del litoral con la ayuda de satélites y mapas: si había playas arenosas o de grava, planicies, bentos, manglares, marismas, estructuras artificiales como muelles y escolleras…

“Fue interesante, pudimos ver cómo han cambiado los paisajes a través de los años, la cobertura de manglares, por ejemplo, se ha reducido en algunas zonas y en otras ha aumentado. Es parte de lo que evaluamos para determinar el tipo de costa de cada región”.

En la parte oceánica se estudiaron los fondos: si era duro, blando, arenoso, de roca, si había pastos marinos.

Vulnerabilidad física

A continuación, el equipo de investigadores procedió a analizar los efectos que tiene el petróleo en cada uno de esos hábitats. Usó tres parámetros: la toxicidad aguda, lesiones mecánicas y persistencia del petróleo, “que básicamente se refiere a cómo el crudo interactúa con los tipos de fondo: por ejemplo en una zona rocosa tarda más en desaparecer que en una de arena”.

Al sumar la vulnerabilidad estimada de los hábitats costeros y la del fondo oceánico por región se obtuvo la vulnerabilidad del hábitat. Se incluyeron en el análisis las áreas naturales protegidas como un modificador que incrementa la vulnerabilidad del hábitat por región y se elaboró un mapa de vulnerabilidad de los hábitats, en el que se identifica cuáles regiones podrían correr mayores riesgos si llega una mancha de crudo.

“El gran aporte de esta evaluación en cuestiones de hábitat es que, en caso de un proyecto petrolero, a partir del punto de los trabajos puede saberse qué regiones serían las más afectadas para definir con anticipación un plan de contingencia”, apunta la doctora.

Vulnerabilidad biológica

Terminada la evaluación de la parte física, lo siguiente fue pasar la parte biológica. Se definió primero qué especies habitan en el Golfo, mediante una revisión exhaustiva de la información disponible: libros, tesis, artículos, mapas, bases de datos…

El equipo de investigación identificó un sinfín de especies y las agrupó según sus características. Era un número tan elevado que para simplificar el análisis hubo que seleccionar especies clave para usarlas como indicadores. “El objetivo era que, pese a que había que reducir el número a evaluar, se pudiera tener una representatividad de todo el Golfo”.

Al final se escogieron 90 especies con base en su representatividad —se consideraron principalmente las de más distribución, endémicas, protegidas, las que tienen una amplia variedad de roles ecológicos y las de importancia comercial— y se estudiaron los efectos que los hidrocarburos provocan en cada una de ellas.

“El análisis se hizo básicamente a partir del planteamiento siguiente: ‘Estamos ante un gran derrame y necesitamos saber cómo impacta el petróleo a los hábitats y a las especies’. Es decir, buscamos determinar tanto la vulnerabilidad física y biológica como la vulnerabilidad ambiental, que es la suma de ambas”.

Efectos directos e indirectos

Se examinaron las características biológicas y fisiológicas de las especie para predecir cómo podrían resentir el impacto a la exposición al vertido y se buscó además determinar la probabilidad de que sean alcanzadas por el petróleo.

También fueron considerados los efectos tróficos indirectos, aquellos que tienen que ver con la afectación al alimento de las especies evaluadas. “Por ejemplo, un pez que restringe su comida a un solo organismo es mucho más vulnerable a los derrames que aquellos que tienen más opciones de alimento”.

Otro factor importante a evaluar fue la abundancia, con el entendido de que mientras más reducidas sean las poblaciones, les cuesta más recuperarse después de verse mermadas por un vertido, dice. “En esta parte nos topamos con que no es sencillo obtener datos de abundancia de todas las especies. Así que nos apoyamos en metodologías, como identificar áreas que pudieran habitar como un indicador de abundancia relativa”.

“Como no podemos contar a las especies y no hay suficientes informes, tuvimos que utilizar estas aproximaciones para disponer de datos que nos permitieran continuar con el estudio”, explica.

Recuperación

Una vez conocidos la abundancia de la especie y el potencial de impacto (cómo las afectaría el petróleo), lo siguiente fue averiguar el potencial de recuperación, esto es, la rapidez con que la población podría recuperarse en caso de un derrame. “Este es un punto importante, ya que ciertas especies pueden sufrir un gran daño por un vertido, pero se consideran menos vulnerables si tienen la capacidad de recuperarse rápidamente”.

Lo primero fue identificar el estado de las poblaciones: si son grupos pequeños, las expectativas son negativas. Otro factor fue el potencial reproductivo: si de pronto un derrame provoca una mortandad en una población, la rapidez con que se reproduce ayuda a tener una idea de cuánto tardará en recuperarse. Los investigadores midieron la fecundidad —cuántos huevos depositan o cuántas crías nacen— y la madurez sexual de cada especie.

Consideraron además la distribución, que puede aumentar o reducir la vulnerabilidad: especies endémicas, que no hay en ninguna otra parte, corren más peligro que las que se distribuyen por todo el mundo y se mueven por todos lados. “Los parámetros que usamos —potencial reproductivo, distribución y estado de las poblaciones— sirven para evaluar la vulnerabilidad a diferentes estresores o a otros impactos”, dice la Dra. Saldaña.

Con el apoyo de modelos matemáticos obtuvieron la vulnerabilidad ecológica —para las especies— y generaron mapas de colores para visualizar los resultados.

Vulnerabilidad ambiental

El equipo científico combinó la vulnerabilidad física con la biológica para obtener la denominada vulnerabilidad ambiental, que es uno de los grandes aportes de los resultados, apunta.

Por ejemplo a Pemex, que proporcionó para el estudio seis sitios específicos de interés exploratorio, puede utilizar esta información como insumo para sus tareas de planeación y sustentar la toma de decisiones”.

Puede incluso ubicar nuevos puntos, ya que el estudio permite identificar las regiones geográficas que podrían verse más afectadas por los trabajos de exploración o extracción y tomar precauciones para evitar causar daño a especies o familias de organismos, poblaciones y ecosistemas.

Alta vulnerabilidad

La Península de Yucatán parece estar a salvo según lo que indica el mapa de vulnerabilidad ante un traslapo de petróleo desde algunos de los puntos señalados por Pemex. Sin embargo, las cosas son distintas en el mapa de la vulnerabilidad ambiental, donde aparece entre las zonas de riesgo considerable.

“Por eso son importantes los resultados del mapa de vulnerabilidad ambiental, si nos fuéramos a los puntos de exploración y traslapos, podríamos concluir que la Península está muy bien, lejos de cualquier amenaza. Pero si nos vamos al detalle de las especies y los hábitats que hay en la región: peces endémicos, tortugas marinas, corales, mamíferos marinos, aves, reptiles, manglares, pastos marinos, playas de arena, etc., su enorme riqueza natural la convierte en una región de alta vulnerabilidad”.

Este es un estudio vital para la conservación del Golfo de México. Sus resultados podrán emplearse como apoyo en la generación de estrategias para diagnosticar, evaluar y saber cómo responder ante un derrame e incluso ante las otras amenazas —nortes, huracanes, contaminación por plástico y sargazo, acidificación de las aguas, calentamiento global— que lo acechan”, concluye la doctora Saldaña Ruiz.— Megamedia

CIGoM Megaproyecto

El CIGoM realizó la investigación sobre el Golfo de México más ambiciosa de nuestra historia.

Investigaciones

Agrupados en el CIGoM (Consorcio de Investigación del Golfo de México), numerosos científicos trabajaron cinco años para conocerlo en profundidad, en todas sus dimensiones.

Conservación

El principal objetivo era saber cómo es, cómo funciona, que especies y ecosistemas alberga, para así protegerlo ante una eventual contingencia como la de 2010, cuando la explosión de la plataforma petrolera Deepwater Horizon provocó una catástrofe ambiental.

Acciones

El CIGoM es un conjunto de instituciones que realizan investigación científica y desarrollo tecnológico con el objetivo de conservar y aprovechar el gran ecosistema del Golfo de México. Fue creado en 2015, a demanda específica de Petróleos Mexicanos.

Tomado de: Diario de Yucatán