Óscar Sosa Nishizaki y Zurisaday Ramírez Mendoza
Investigador e investigadora del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada.

 

En cualquier novela policiaca, cuando el detective busca a alguno de los personajes, por ejemplo, al asesino, siempre comienza preguntando ¿dónde lo han visto? y, a partir de esa pista, utilizando la lógica en el estilo de Sherlock Holmes, analiza la variedad de lugares que frecuenta el personaje buscado. Después, haciendo algunas deducciones respecto de los sitios donde fue visto, el detective nos lleva hacia el asesino. «Elemental, mi querido Watson», diría Sherlock al disipar las dudas de su fiel acompañante y señalar la guarida más probable del antagonista.

Modelos de nicho ecológico aplicados a cetáceos y peces pelágicos mayores

Los ecólogos marinos aplicamos una gran diversidad de metodologías para investigar dónde se distribuye una especie. Por ejemplo, para la megafauna marina algunos métodos incluyen censos a partir de observaciones hechas desde embarcaciones o aviones, experimentos de marcaje con tecnología microelectrónica asociada a rastreos con satélites y técnicas que analizan el genoma para entender la estructura poblacional. Pero estas maneras de investigar pueden resultar demasiado costosas, cubrir un área muy pequeña o, sobre todo, requerir más años de los disponibles para responder.

Por ello, decidimos utilizar una metodología que nos permitiera aprovechar la información ya existente y optamos por los modelos de nicho ecológico. Estos modelos son herramientas estadísticas que sólo requieren de información referente a la presencia de las especies y a una serie de variables ambientales para predecir su distribución potencial. Es decir, caracterizar su sitio dentro de un ecosistema a partir de sus requerimientos ecológicos, los cuales permiten pronosticar áreas con condiciones idóneas para la presencia de las especies, incluso, en sitios no muestreados.

¿Cómo lo hicimos?

Utilizamos un Sistema de Información Geográfica (sig) que nos permitió construir mapas del golfo de México que incluían datos georreferenciados de los lugares donde se han observado cada una de las especies. Después, el sig nos permitió incluir otras capas de información georreferenciada que incluían los valores de diversas variables físicas de los hábitats dentro del golfo, como son la temperatura superficial del mar, la concentración de clorofila a registrada a través de satélites, la profundidad o batimetría y otras variables más. Para deducir los lugares idóneos en cada especie se utilizó el algoritmo de máxima entropía (MaxEnt), que relaciona estadísticamente los valores de las variables ambientales con los sitios donde han sido observadas las especies.

La lógica es que cada una ocupa un lugar, un nicho, en el hábitat que está definido por los intervalos de valores de, por ejemplo, las temperaturas que le favorecen. MaxEnt sistematiza todos los valores de intervalos y, después de un proceso estadístico, predice dónde podría estar la especie considerando todas las características ambientales. «Elemental», exclamaría Sherlock Holmes. Para el caso de las especies de megafauna marina que estudiamos, la distribución general es ampliamente conocida a nivel de océanos; sin embargo, para saber con más detalle su distribución en algunas regiones, por ejemplo, en la parte sur del golfo de México, son pocos los estudios que transmiten esta información. Principalmente, lo que sabemos es dónde han sido vistas o, en el caso de varias especies de peces, dónde las han pescado.

Pero esta información es escasa o inaccesible. Con estos mapas, hemos ampliado el conocimiento acerca de cuáles son los sitios con mayor idoneidad ambiental para estas especies, señalando el lugar más probable para encontrar al personaje de nuestra novela ecológica. Y no sólo eso, dentro del cigom los mapas nos permitieron asentar una línea base para evaluar los posibles impactos de escenarios de derrame de petróleo originados en seis sitios de exploración profunda. Al considerar las características biológicas de cada especie, logramos estimar su vulnerabilidad ante derrames de petróleo en aguas mexicanas del golfo. Nuestros resultados están reportados en los capítulos 2 y 3 del tomo II de la obra Regiones, especies y ecosistemas vulnerables ante escenarios de derrame de gran escala en el golfo de México (https://escenarios.cigom.org)  Así pues, hemos cerrado el capítulo de la novela ecológica que nos permite saber dónde podrían estar los cetáceos, tiburones y los peces pelágicos en la parte sur del golfo de México, lo cual contribuye a un mejor entendimiento de la composición de los ecosistemas marinos del país.

 

Número completo disponible en: https://conacyt.mx/wp-content/uploads/publicaciones_conacyt/ciencias_y_humanidades/03_Ciencias_y_Humanidades.pdf