Las tortugas marinas aportan datos para su protección y la del Golfo de México en un proyecto del Cinvestav Mérida enmarcado en el CIGoM

En 2015, cuando comenzó el proyecto CIGoM, el Golfo de México era un mundo casi desconocido. Hoy, después de cuatro años de incesante labor, científicos de las más prestigiosas instituciones mexicanas abocadas a la investigación oceanográfica están cerca de terminar de armar el complejo rompecabezas de ese fascinante cosmos acuático.

Al cerrarse en unos meses este gran paraguas científico y las decenas de subproyectos que acoge, los datos obtenidos permitirán diseñar una hoja de ruta para proteger el que es uno de los ecosistemas marinos más diversos del planeta y de la infinidad de seres que lo habitan.

Y una de las criaturas más interesantes y maravillosas de la biota del Golfo de México, la tortuga marina, sirve a la vez de caso de estudio y de aliada en una investigación que realiza el Cinvestav Mérida con la colaboración de científicos de otras instituciones y voluntarios de asociaciones civiles.

El proyecto se centra en estudios sobre cuatro especies: carey (Eretmochelys imbricata), blanca (Chelonia mydas), lora (Lepidochelys kempii) y caguama (Caretta caretta). En concreto, se ha observado su patrón de comportamiento y su uso de hábitats para obtener información científica de base y generar un plan de atención a contingencias por las operaciones petroleras.

“Escogimos las tortugas marinas porque son seres carismáticos, pero muy vulnerables. Y como realizan grandes desplazamientos migratorios, utilizan prácticamente todo el Golfo de México a largo de su vida”, comenta la doctora María de los Ángeles Liceaga Correa, coordinadora del estudio.

Cosmopolitas

Las tortugas fungen como indicadores de salud de los ecosistemas marinos y resultan prioritarias para su mantenimiento, ya que transportan nutrientes y energía. Además, ayudan al equilibrio de la biodiversidad de los hábitats.

Son representantes vivos de un grupo de reptiles que han surcado los mares del planeta durante, al menos, los últimos 100 millones de años. Tienden a vivir una existencia aislada, tranquila en aguas de todo el mundo. De las siete especies conocidas, cinco habitan en la parte mexicana del Golfo, con un significado cultural muy importante y un valor turístico considerable.

De la pregunta “¿Qué pasa con las tortugas marinas cuando ocurre un derrame de hidrocarburos?” se derivaron muchas interrogantes más, que sirvieron de punto de partida para nuestra investigación, comenta la doctora Liceaga.

Los quelonios ocupan grandes extensiones del Golfo de México durante todo su complejo ciclo de vida. Cuando eclosiona el huevo en la playa, las tortuguitas salen corriendo al mar, van buscando los sargazos, donde se resguardan hasta que alcanzan su etapa juvenil. “Entonces migran y cambian de hábitos de alimentación, según la especie: por ejemplo la carey, numerosa en nuestras costas, come esponjas de los arrecifes, crustáceos…, la blanca, que también la tenemos aquí, se alimenta de los pastos marinos. Hay otras que son más carnívoras —digámoslo así—, que consumen crustáceos, medusas y ese tipo de cosas”.

“Como se ve, son diferentes ecosistemas que debemos cuidar porque sirven de alimentación a las tortugas y a muchas otras especies. Conservar a las tortugas es conservar hábitats en el Golfo de México”.

Ocupan tanto espacio en el Golfo porque son especies migratorias, se reproducen mar adentro y bajan a las costas cuando es hora de su reproducción. Las tortugas hembras regresan a las mismas playas donde nacieron a depositar sus huevos, los machos jamás abandonan el mar.

Colaboración

Las tortugas forman parte activa del proyecto, ya que aportan información mediante un transmisor que identifica sus trayectorias y lo que hacen en cada punto específico. Las señales se convierten en datos para conocer el comportamiento de cada especie y sus entornos.

“Es muy difícil ir por las tortugas al mar, por lo que aprovechamos cuando arriban a desovar para colocarles cuidadosamente el transmisor en el caparazón”, comenta la Dra. Liceaga. Esa es la razón de la exclusión de la laúd: es la única sin caparazón duro.

La tortuga es devuelta al mar convertida en una nueva colaboradora para la salvaguarda del Golfo de México.

Como son reptiles, necesitan subir a respirar a la superficie del mar, en ese momento el rastreador manda la señal, que se recibe en un centro de EE.UU. Con la información, en el Cinvestav Mérida se forma una base de datos en la que se detallan los puntos donde estaba la tortuga y lo que hacía en ese momento.

“El análisis nos permite saber cuándo está en un período de alimentación, cuándo está anidando en las playas y cuándo comienza a emigrar al terminar de desovar”, dice.

Las áreas de alimentación están en muchas partes, comenta la doctora, mientras en su computadora aparece un mapa del Golfo de México lleno de puntos de diferentes colores, que representan a los quelonios. “Estas son sus rutas hacia la áreas de alimentación: unas nacen aquí y viajan a alimentarse a Florida, como la lora, la más chiquita. Otras se van a Cuba, otras bajan hasta Nicaragua”.

Los investigadores son muy respetuosos con las tortugas que anidan. Van de noche y nunca con luz blanca. “Nos ayudan mucho los muchachos de los campamentos tortugueros, nos avisan cuando una llega a las playas, nos dicen de qué especie es y que en qué etapa del desove está. Si apenas está empezando esperamos a que acaben. Cuando terminan están muy cansadas, las atrapamos con mucho cuidado y les tapamos los ojos para que no se asusten”.

En cuatro años, el conocimiento de los hábitos de alimentación, anidación y migración de estos reptiles ha progresado a ritmos sin precedentes. “Sabemos que al conservar las tortugas marinas estamos preservando otras especies. No sólo queremos conocer a las tortugas, también sus ambientes”.

Cruceros

Otra parte del proyecto consistió en estimar la densidad de tortugas y registrar la presencia de sargazo en la plataforma de Yucatán y en “Perdido”, zona de aguas profundas frente a Tamaulipas, para lo cual los investigadores se embarcaron en siete cruceros oceanográficos, algo nunca hecho antes en México.

“Dos muchachos se trepaban hasta lo más alto del barco para observar el mar con binoculares en busca de tortugas y sargazos. Aunque no se avistaron muchas, los resultados fueron buenos”, considera. “Con estos conocimientos se está avanzando en el establecimiento de elementos clave para un análisis integral de estas especies en peligro de extinción”.

Satélite

La tecnología de monitoreo ha sido clave y aunque los microchips son de corta duración, los datos recopilados son muy valiosos. “Para buscar los hábitats pelágicos —los sargazos— usamos imágenes de satélite, con las que elaboramos mapas”.

El laboratorio de percepción remota y sistemas de información geográfica cuenta con programas para recoger la información. “Ha sido un trabajo arduo, complicado: son 185 kilómetros cuadrados de mar y por cada uno tenemos 50 imágenes. Nos tomó meses el análisis”.

¿Qué viene?

El proyecto concluye, como todo el CIGoM, el 5 de marzo de 2020. Saber dónde están los hábitats de las tortugas han permitido dar el siguiente paso: identificar las numerosas trampas que las acechan. Las zonas que frecuentan concentran numerosos riesgos, por eso uno de los objetivos ha sido relacionar el movimiento y las zonas de variabilidad de la tortuga con diferentes presiones humanas, como la pesca, el tráfico marítimo y la explotación de petróleo.

“Hemos podido corroborar cuán vulnerables son las tortugas y los lugares del Golfo donde corren mayores riegos. Sabemos que las áreas más peligrosas son las que están próximas a la costa y que hay más seguridad en sus espacios de anidación y alimentación. Sabemos a ciencia cierta que si un derrame de crudo llegara a las costas, habría una verdadera catástrofe. No debemos olvidar que todas las tortugas marinas están en peligro de extinción, algunas en peligro crítico”.

En el accidente de la plataforma “Deepwater Horizon”, en 2010, las tortugas fueron de las que más sufrieron. “Eso motivó este estudio, quisimos averiguar cuán vulnerables son… y ahora tenemos evidencia científica de que son extremadamente frágiles”.— MEGAMEDIA.

Integran el CIGoM (Consorcio de Investigación del Golfo de México) las más reconocidas instituciones mexicanas de investigación y educación.

Tomado de: Diario de Yucatán