Megaproyecto CONACYT-SENER Fondo Hidrocarburos


Ciencias del mar y de la Tierra

¿Cómo funciona ese gran sistema marino que conocemos como el Golfo de México? ¿Qué debemos hacer para tratar de entenderlo?

Pues compararlo, modelarlo, plantear escenarios; ir a él y medirlo. Buscar conexiones y observarlo con todas las herramientas y ventanas oceanográficas disponibles hasta lograr descifrar los pequeños y grandes componentes de ese antiguo lenguaje que es el mar, como lo refirió Jorge Luis Borges.

Y más allá de un simple ejercicio contemplativo, se necesita un plan de estudio muy bien estructurado para llegar a establecer mapas de riesgo, tiempos de arribo y estimaciones de impacto -entre otros escenarios- que permitan a las autoridades mexicanas tomar decisiones racionales en caso de que ocurran derrames, ahora que la exploración y explotación de hidrocarburos (sobre todo en mar profundo) sean técnica y legalmente viables frente a la reciente reforma energética.

Por ello, cuando en noviembre de 2014 el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) anunció el inicio del megaproyecto Plataformas de observación oceanográfica, línea base, modelos de simulación y escenarios de la capacidad natural de respuesta ante derrames de gran escala en el Golfo de México, la comunidad oceanográfica de nuestro país consideró que se trataba de la oportunidad para “subirse al tren de la oceanografía del siglo XXI”.

El reconocimiento y aprobación de la propuesta tomó más de cuatro años, y surgió luego del derrame en la plataforma DeepWater Horizon, frente a las costas de Luisiana, en 2010.

“Despertamos a la realidad de que no entendemos lo que pasa en el golfo. Ninguno de los modelos podía descifrar a dónde iba el crudo. De hecho, 25 por ciento de ese petróleo derramado no se sabe actualmente dónde está”, indicó el Dr. Juan Carlos Herguera, investigador del CICESE y responsable técnico del megaproyecto.

Así, fue necesario replantear cómo tenía que ser la aproximación al problema, para poderlo entender. Por ello, el megaproyecto está dividido en cinco grandes líneas de acción, todas bajo la responsabilidad de investigadores de este centro:

1) Plataformas de observación oceanográfica, a cargo del Dr. Francisco Javier Ocampo Torres

2) Línea base y monitoreo ambiental, a cargo de la Dra. Sharon Herzka Llona

3) Modelos numéricos de circulación y biogeoquímica, a cargo del Dr. Julio Sheinbaum Pardo

4) Degradación natural de hidrocarburos, a cargo del Dr. Alexei Licea Navarro

5) Análisis de escenarios de derrames, a cargo de la Dra. Paula Pérez Brunius.

Los objetivos de este consorcio de investigación son:

Generar y utilizar tecnologías de vanguardia para observar el océano de una forma continua y en algunos casos en tiempo real, que se puedan usar en caso de un derrame y que junto con modelos numéricos permitan estimar su dispersión y posibles consecuencias.

Realizar mediciones físicas, químicas y biológicas para establecer una línea base del estado actual y variabilidad natural del gran ecosistema del Golfo de México.

Construir modelos físicos, biogeoquímicos y de transporte de hidrocarburos que incorporen procesos de intemperización y generen mapas de riesgo, tiempos de arribo y estimación de impactos en forma eficiente, tomando en cuenta las características químicas de los hidrocarburos y la posición y profundidad de los posibles derrames.

Establecer el potencial de la degradación de hidrocarburos a partir de bacterias, y elaborar escenarios de derrames que integren la información generada por el proyecto.

Un aspecto importante que también se pretende alcanzar con este megaproyecto es la formación de técnicos, estudiantes de posgrado y posdoctorantes capacitados en utilizar las herramientas que el proyecto va a generar, aprovechando que los centros de investigación y universidades participantes ofertan un total de 16 programas de posgrado relacionados con las ciencias del mar, adscritos al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) SEP-CONACYT: cuatro en el nivel de competencia internacional -el más alto en este padrón- y 10 en el nivel de posgrados consolidados.

En este consorcio participan nueve instituciones además del CICESE. Estas son el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), unidad Mérida; cuatro dependencias de la UNAM (el Centro de Ciencias de la Atmósfera y los institutos de Ciencias del Mar y Limnología, de Biotecnología y de Geofísica); el Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (CIDESI); la Universidad Autónoma de Baja California (UABC); el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), y Baja Innova, SAPI de CV, como empresa asociada.

Realizar un trabajo de investigación de esta magnitud hace necesaria la colaboración de las principales instituciones dedicadas a las ciencias del mar en nuestro país, y trabajar como pares, de igual a igual, con algunos de los big leaguers de la oceanografía mundial, como los institutos oceanográficos de Scripps y de Woods Hole, en Estados Unidos, o el Laboratorio de Estudios en Geofísica y Oceanografía Espacial -LEGOS- de Francia, por citar sólo tres. Por todo ello, no existe ningún proyecto parecido en nuestro país.