Iván Restrepo
Cuando el mes pasado publicamos la primera entrega de La Jornada Ecológica dedicada a tratar los problemas del sargazo, era ya una realidad el arribo del alga a las costas del Gran Caribe, a las de México y a las del sur de Estados Unidos, en especial de Florida. Por medio de satélites se había localizado un enorme bloque extendido por el Océano Atlántico. El cálculo más aproximado lo fijó en 13 millones de toneladas. Todo indica que esa enorme masa arribará en mayor cantidad que la actual, a partir del próximo mes al Golfo de México y el Gran Caribe. Será el volumen de sargazo jamás registrado y el de mayor longitud (8 mil kilómetros) desde que se tiene registro de su desplazamiento por el Atlántico.
En México, como informamos en el suplemento de marzo pasado, afectará lugares emblemáticos del turismo masivo como Cancún, Tulum, Playa del Carmen, Puerto Morelos, cuyo mar turquesa y sus playas de fina arena terminan invadidas por el alga. No ha habido capacidad para impedir la llegada del sargazo al litoral; tampoco para recogerlo adecuadamente en las playas y evitar daños mayores. Y menos para depositarlo en sitios que reúnan las condiciones óptimas. En las vacaciones de semana mayor y pascua, el alga invadió más de la mitad de las playas frecuentadas por casi 350 mil visitantes.
Como he mencionado en tantas ocasiones, debemos acostumbrarnos a convivir con el indeseable visitante. Y, de todos modos, atenderlo de la mejor manera posible para que no cause daños a los ecosistemas marinos y terrestres. Y a la población. Tampoco a las actividades económicas que se llevan a cabo en el litoral y de las cuales depende la vida de miles de personas. Agreguemos que desde el punto de vista ecológico, ese indeseable visitante cumple tareas importantes en la vida marina que por lo general se olvidan.
En esta segunda entrega de La Jornada Ecológica sobre el sargazo, varios investigadores nos ofrecen materiales que ayudan a clarificar lo que sucede y, de paso, ofrecen alternativas de uso para el alga citada. A Horacio de la Cueva y a Eduardo Peters, que laboran en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Ensenada, CICESE, y en el Consorcio de Investigación del Golfo de México, CIGoM, mi agradecimiento por coordinar tanto éste como el anterior suplemento.
Igualmente, a los reconocidos científicos por los textos aquí incluidos, y a Laura Angulo y Estela Guevara, que con profesionalismo ayudan en la elaboración y presentación de los materiales.
Iván Restrepo
Director del suplemento
Comentarios recientes