En los últimos 50 años se han producido al menos 130 derrames graves de crudo desde barcos petroleros y plataformas de extracción, en algunos casos han provocado alteraciones en los ecosistemas marinos y costeros que tardarán décadas en recuperarse.
En los últimos 50 años se han producido al menos 130 derrames graves de crudo desde barcos petroleros y plataformas de extracción, en algunos casos han provocado alteraciones en los ecosistemas marinos y costeros que tardarán décadas en recuperarse.
Este tipo de hechos desafortunados, y que muy probablemente seguirán pasando, hizo que científicos mexicanos encontraran en las bacterias diversas soluciones ecológicas que, de ser tomadas en cuenta, podrían resolver problemas incluso de carácter nacional.
Todo surgió a partir de una falla del pozo Macondo de British Petroleum, en 2010, lo que provocó la explosión de la plataforma Deepwater Horizon, ubicada cerca de las costas de Luisiana, Estados Unidos, platica el doctor Alexei Licea Navarro, investigador y miembro del Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM). El derrame se extendió por 87 días, tiempo en el que quedaron casi 800 millones de litros de crudo en el mar, lo que implicó pérdida de flora y fauna marinas. “En esos momentos las autoridades mexicanas tenían la incertidumbre de si ese petróleo llegaría a nuestras costas, por ello se contactaron con diversas instituciones de investigación”.
Licea Navarro rememora que en aquel momento se hizo un recorrido y no se encontró afectación por ese derrame, pero sí se evidenció el potencial que tenía monitorear las aguas del Golfo de México, por ello se continuó en 2013 y 2014 el mismo ejercicio, hasta que se determinó que se requería de un programa integral.
Así se lanzó una convocatoria para monitorear al menos por cinco años las aguas profundas y someras. Sin embargo, desde el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, B.C. (CICESE), al que también pertenece el Dr. Licea Navarro, se dieron cuenta que era imposible que un solo centro pudiera resolver todo lo que solicitaba la convocatoria, por ello se creó el Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM).
Con fondos de la Secretaría de Energía y su Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Hidrocarburos se generó un grupo de cerca de 300 investigadores, más de una docena de universidades y centros de investigación del país, todos agrupados en el CIGoM. “Es el proyecto de investigación más grande que se ha aprobado en términos económicos en la historia de la ciencia en México. Fueron 1,500 millones de pesos en el 2015”.
Bacterias degradadoras de hidrocarburos
Con los fondos se hicieron una gran cantidad de análisis, desde cuestiones bioquímicas, hasta la localización de cetáceos y otras especies expuestas a algún derrame, toda una línea base para establecer un posible impacto. Licea Navarro, por su parte, fue el encargado de coordinar la línea sobre bacterias degradadoras de hidrocarburos, donde participaron el CICESE, el Instituto de Biotecnología y el Centro de Nanomateriales de la UNAM, Cinvestav Mérida y la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
“Llegamos hasta 3,200 metros de profundidad, hicimos 40 expediciones y se tomaron 444 muestras del Golfo de México. Se hizo una estrategia llamada metagenoma”, es decir, tomar muestras del suelo marino y de la columna de agua, esto para aislar las bacterias que habitaban ahí. Se consideró además que era fundamental comenzar ensayos en el mismo barco en cuanto salieran las muestras.
El investigador explica que en el Golfo de México hay emanaciones naturales de petróleo, en esas zonas es lógico pensar que hay bacterias adaptadas a ese petróleo y que lo degradan. “Las bacterias son como nosotros, los seres vivos necesitamos una fuente de carbono (carbohidratos), una de nitrógeno (proteínas), entre otros compuestos. Para la bacteria su fuente de carbono es el petróleo”.
Actualmente lo que se usa en derrames, es agregar dispersantes, que no son más que detergentes químicos que disuelven la mancha, pero el petróleo no se va. Lo que hacen las bacterias es que producen una sustancia parecida a un detergente (biosulfactante) que aísla el petróleo en microgotas y que después son consumidas por la bacteria, esta es la propuesta desde el CIGoM, permitir la degradación de forma orgánica, pero no solo del petróleo, también de sus derivados, por ejemplo, los plásticos.
Ya con este conocimiento incluso se puede pensar en hacer combinaciones y crear “trajes a la medida” del problema. “En la industria sí hay quien ha aislado bacterias degradadoras, pero el petróleo de otros países es diferente al mexicano, no son las mismas composiciones, por lo que estas bacterias de entrada responden de inmediato a nuestras condiciones”.
Respuesta a un problema nacional
En México, durante la presente administración se duplicará la capacidad de almacenamiento de hidrocarburos en las terminales portuarias de México (42 millones de barriles), para lograrlo se tienen identificados 21 proyectos portuarios con una inversión estimada de 41 mil millones de pesos, de los cuales 15 ya están firmados y autorizados.
Con este escenario, el riesgo de un derrame se incrementa y las bacterias pueden hacer la biorremediación que se requiere, pero para cerrar el círculo virtuoso, ahora hace falta una pieza.
Afortunadamente, en su momento las autoridades tuvieron una visión para, con investigación científica mexicana, resolver un problema al usuario final, que era Pemex, pues esta empresa nacional no tenía la capacidad para “crear sus propias bacterias”, explica el Dr. Licea Navarro. Lo que se propuso fue un proyecto de desarrollo tecnológico con la visión de que al final del proyecto se generaran empresas, con licenciamiento de estas nuevas tecnologías y que estas dieran el servicio a Pemex, en este caso.
Hoy ya se generó la empresa llamada DeepSeeGenomics, ahora lo que se busca son inversionistas, ya que solo está formada por investigadores y no hay mucho capital económico. De esta manera se podría, ahora sí, ofrecer las soluciones a Pemex y poder garantizar tener todas las bacterias necesarias que se requieran para un derrame. Esto a través de una especie de seguro, “ya que la producción tarda de 2 a 4 meses, si hay un derrame ahora, no serviría de nada”. Se calcula que se requieren alrededor de 23 millones de pesos.
“Con este ejemplo se rompió un paradigma, para la investigación en México hay un antes y un después a partir de este consorcio, porque se vio que podemos trabajar en equipo independientemente de la institución. También es un modelo de cómo la ciencia mexicana puede ayudar a los problemas de la sociedad”, concluye el investigador.
El CIGoM tiene el conocimiento científico para hacer frente a una catástrofe por hidrocarburos, ya sean pesados, medianos o ligeros, a través de bacterias degradadoras como un remedio orgánico que no tiene impactos negativos en el ecosistema marítimo, contrario con las soluciones que se aplican en la actualidad.
Analizando las rutas metabólicas de las bacterias también se descubrió un potencial para producir bioplásticos, que son degradables, también se tienen enzimas que pueden producir nuevos antibióticos. “Esta es sólo una de las cinco líneas de investigación que se siguen, el potencial de conocimiento que se ha generado con este consorcio de investigación ha sido impresionante”, dice el investigador.
Tomado de: El Economista
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