La observación y análisis de algunos peces ayudarán a anticipar posibles emergencias por derrames de crudo en el Golfo de México.— Los efectos tóxicos del petróleo
Mediante experimentos en laboratorio, investigadores del Cinvestav Mérida han visualizado por primera vez cómo la exposición al petróleo afecta el núcleo de las células de los peces del Golfo de México, provocándoles alteraciones parecidas a una leucemia.
Los efectos tóxicos de la contaminación derivada de los hidrocarburos alcanzan también los tejidos y órganos como el corazón y el hígado, señalan las doctoras Rossana Rodríguez Canul y Mónica Améndola Pimenta, del Laboratorio de Inmunología y Biología Molecular del Departamento de Recursos del Mar de la institución.
Hasta ahora, se sabía que los componentes del petróleo provocan daños en los organismos de los peces, pero no había datos precisos sobre cómo ni en qué medida.
La investigación que dirige la Dra. Rodríguez Canul ha encontrado cuáles son los genes que resienten más los efectos del contaminante y ha logrado observar cómo a nivel célula se rompe el núcleo, formándose alteraciones —los científicos las llaman microcitos o micronúcleos— como si el pez sufriera cáncer en la sangre.
A nivel de las poblaciones, se ha detectado que no todas reaccionan de la misma manera, algo así como, por ejemplo, con la gripe en los humanos, explica la investigadora. “Nadie está exento, pero no a todos nos da con la misma intensidad. En el caso de los peces, algunas poblaciones son tan vulnerables que incluso podrían desaparecer por la contaminación, pero hay otras mucho más resistentes”.
Megaproyecto
El estudio “El efecto del petróleo sobre los peces” forma parte del CIGoM, un consorcio de instituciones académicas mexicanas que desde 2015 desarrolla un megaproyecto de investigación y desarrollo tecnológico financiado por el Fondo Sectorial Conacyt-Sener-Hidrocarburos. El objetivo, como hemos informado, es obtener la mayor información posible sobre el Golfo de México, en el entendido de que lo que no se conoce no se puede proteger.
Con los datos obtenidos en la investigación podrán implementarse medidas de previsión. Se conoce la ubicación de los pozos petroleros y dónde hay mayor incidencia de contaminantes, la idea es aprovechar las nuevas herramientas de que se dispone ahora, como el uso de peces centinelas para monitorear el estado de salud del mar.
Los peces centinelas, explican, son aquellos capaces de acumular contaminantes en sus tejidos, por lo que pueden ser utilizados para detectar riesgos para los seres humanos al proporcionar alerta anticipada de un peligro. “Esto es, saber que un pez está siendo expuesto a un nivel anormal de contaminantes nos permitiría emprender una acción inmediata, antes de que el derrame se convierta en un evento catastrófico”, señala la Dra. Rodríguez.
“Chequeo médico”
Los investigadores exponen a los peces a los componentes del petróleo y pasado un tiempo los estudian. A simple vista parecen perfectamente normales, tienen un aspecto sano, sin embargo, un análisis detallado revela problemas de salud que pueden afectar su capacidad reproductora y reducir sus esperanzas de vida. “Es como el cáncer en una persona, sólo hasta que la examinas a fondo detectas que sus órganos están dañados”, apunta.
Se les hacen estudios como a un paciente: muestras de sangre, exámenes de biomarcadores para saber si tienen exceso de glóbulos blancos o rojos, se analizan detalladamente características que sirven como pautas… “exactamente igual que en la química humana”.
Los experimentos incluyen huevecillos, que son los más vulnerables, ya que cuando hay un derrame por lo general los organismos adultos huyen. “Y trabajamos con embriones, para saber cómo les afecta, cuánto les afecta, en qué tiempo, cuántos llegan a adultos y cómo llegan, porque a lo mejor los efectos no son inmediatos, pero se manifiestan luego de 10 años ”.
Se buscan características que puedan servir como marcadores. Esto es, ya no hay que sacrificar al pez, basta con tomarle una muestra de sangre en el laboratorio y, como ocurre con el análisis de antígeno prostático en los hombres, los resultados advierten si hay algo. “Estamos barriendo genes, microcitos, daños fisiológicos, estamos estableciendo parámetros que pueden servir para biomonitoreo”.
Los peces estudiados son principalmente lenguados (Achirus lineatus) y cebra, especie usada ampliamente para investigar procesos biológicos porque es fácil de mantener en laboratorio y de reproducir.
La importancia del estudio, explican, radica en que ha permitido detectar claramente las amenazas de las sustancias químicas derivadas de los hidrocarburos para los peces y el ecosistema oceánico, lo que ayudará a tomar decisiones más acertadas ante un derrame a gran escala, considera la Dra. Rodríguez, quien recuerda que el CIGoM nació precisamente a raíz de la explosión, en 2010, de la plataforma petrolera “Deepwater Horizon”, que provocó un desastre ecológico cuyas consecuencias no fue posible determinar porque no había datos sobre cómo estaba el Golfo de México antes del accidente.
En ese entonces se decidió usar un dispersante para disolver la mancha de crudo tanto en la superficie como en la boca del pozo, pese a que se desconocían los efectos que podría tener sobre la biota marina.
Los dispersantes contienen surfactantes, agentes químicos que rompen las manchas de petróleo, convirtiéndolas en gotas, lo que permite que los microorganismos que degradan naturalmente el crudo hagan su trabajo más rápidamente. “Sin embargo, el uso de cualquier sustancia química requiere conocer las consecuencias… el problema es que de los dispersantes sólo se sabía que disolvían el crudo, nada más”, apunta la Dra. Améndola.
Tomando en cuenta ese antecedente, en los simulacros en el laboratorio se expone a peces y embriones tanto al petróleo como a los dispersantes químicos. Se recrean las condiciones de un derrame, pero lo más controladas posible, para conocer en específico cuáles son los efectos de esos contaminantes en los organismos empleados en el experimento”, añade.
Debido a que muchos factores pueden incidir en las variables que se miden —la expresión de los genes, por ejemplo, puede modificarse en respuesta a diferentes situaciones de estrés en el ambiente—, es indispensable controlar las condiciones del ensayo para que lo único que pueda alterar los organismos sea el crudo al que lo exponen.
Buena salud
Podemos decir que en estos momentos el Golfo de México no está contaminado, no hay una situación como se temía después de ese derrame tan grande, indican. Al menos en la parte mexicana.
El estudio liderado por la Dra. Rodríguez Canul se enmarca en dos de las cinco líneas de acción del proyecto del CIGoM: la línea 2, Línea base y monitoreo ambiental, que busca colectar muestras y evaluar los cambios en el ambiente marino y las especies que lo habitan, desde microorganismos hasta cetáceos. Esto para poder comparar los efectos de posibles contingencias con el estado actual del ecosistema.
Y la línea 5, Escenarios de derrames, en la que se examinan las consecuencias potenciales de un derrame a través de modelos numéricos, aunados a observaciones y experimentos de campo.
“La idea es generar conocimiento para trabajos futuros. Uno de los principales enfoques es para monitoreo y así poder establecer protocolos de acción, porque ahora no hay nada. Estamos partiendo de cero”, indica la Dra. Rodríguez. “Nuestros principales hallazgos han sido establecer un protocolo de diagnóstico como parte del compromiso para el proyecto. Corroborar genéticamente las especies, como si fuera un catálogo de peces. Ya tenemos en un código de barras las características de cada pez”.
Como el resto del CIGoM, el estudio comenzó en 2015 y está a unos meses de finalizar. “La idea es ver cómo se comportan los organismos en los bioensayos para, con esos datos, hacer análisis de vulnerabilidad, ese el objetivo final, pero en el trayecto hubo muchas otras metas intermedias, desde formar estudiantes de maestría y doctorado, hasta compartir datos en publicaciones”.
A punto de llegar a la meta, las especialistas confiesan: “Hemos recolectado muchísima información, más de la que imaginamos… Y sin embargo, nos quedamos con más preguntas que respuestas”, concluye la Dra. Rodríguez.— D.Y.
Tomado de: Diario de Yucatán
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