María de los Ángeles Liceaga-Correa, Eduardo Cuevas y Abigail Uribe-Martínez
Las tortugas marinas alcanzan tallas relativamente grandes en su etapa adulta (70-120 cm), ocupan diversos hábitats a lo largo de su ciclo de vida, se distribuyen en áreas extensas, son altamente migratorias, y pueden agregarse para alimentarse y reproducirse.
Su reproducción es sexual por fecundación interna, la cual ocurre en el mar. Solo las hembras adultas cumplen una etapa de su vida en las playas cuando salen a depositar sus huevos en la arena. Después de aproximadamente 45 días de incubación, las crías emergen y se distribuyen en hábitats pelágicos (aquellos que son movidos por las corrientes oceánicas), convirtiéndolos en espacios indispensables para su desarrollo. Después de aproximadamente 5-10 años las tortugas reclutan a la población juvenil que se encuentra mayormente en espacios cercanos a la costa.
Después de alcanzar la madurez y llegar a la edad de primera reproducción, los adultos inician ciclos de migraciones entre sus hábitats de residencia y de reproducción recorriendo distancias de hasta miles de kilómetros.
En el mundo viven siete especies de tortugas marinas de las cuales cinco habitan en el Golfo de México: Chelonia mydas (tortuga verde/blanca), Eretmochelys imbricata (carey), Caretta caretta (caguama), Lepidochelys kempii (lora) y Dermochelys coriacea (laúd). Esta última exhibe anidaciones esporádicas en la región, por lo que no fue considerada aquí.
Todas las tortugas del Golfo de México están en la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). En nuestro país están protegidas por la norma oficial mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010, que incluye a todas las especies bajo alguna categoría de protección en México.
Las tortugas marinas viven más del 99 por ciento de su tiempo de vida en zonas marinas, haciendo un uso continuo de espacios neríticos (sobre la plataforma continental oceánica y próximos al litoral) y pelágicos específicos para cada especie.
Cuando estos espacios son utilizados por las tortugas para residencia (alimentación, descanso), interanidación (tiempo entre cada puesta de nidadas), o corredores migratorios, se les denominan hábitats críticos. Estos espacios son fundamentales para asegurar su permanencia en el tiempo. Un caso particular de hábitat crítico son los hotspots, en donde habita más de una especie de tortugas.
Conocer y entender toda esta complejidad de espacios ocupados, tiempos de desarrollo, interacciones entre especies y amenazas humanas, ha sido posible gracias a la telemetría satelital. Para esto se adhieren aparatos transmisores a los individuos de estudio. Los transmisores envían señales de radio a satélites en la órbita terrestre.
Con estas señales se definen sus coordenadas geográficas y datos de su comportamiento. En nuestra investigación utilizamos estos transmisores colocándolos sobre el caparazón de las hembras postanidantes (después de su anidación), con lo que pudimos darles seguimiento hasta identificar la ubicación de sus hábitats críticos y, con todos los individuos en conjunto, definir los hotspots.
Estas hembras de estudio fueron marcadas desde playas mexicanas −en Tamaulipas, Veracruz, Campeche, Yucatán y Quintana Roo− del Golfo de México y Caribe mexicano.
Otra herramienta tecnológica que usamos para el estudio de los espacios marinos y costeros es la percepción remota, con la cual se obtienen imágenes satelitales prácticamente de cualquier lugar en el planeta. A partir de un conjunto de estas imágenes del 2006 al 2015 identificamos agregaciones de sargazo flotante, espacios susceptibles de ocuparse para el desarrollo de crías de tortugas marinas, con lo que expandimos la identificación de los hábitats críticos de un estadio de su vida más.
Las tortugas hembra rastreadas migraron a distintos tipos de espacios y varias de ellas a distintos países del Gran Caribe, evidenciando su gran capacidad migratoria y la conectividad que existe entre espacios, incluso con miles de kilómetros entre ellos.
Poco menos de la mitad de las hembras rastreadas desde México migraron a países del Caribe como Belice, Honduras, Nicaragua y Cuba. Y una minoría hacia la frontera del Atlántico norte-Bahamas. El resto (≈55 por ciento) se mantuvo dentro del Golfo de México. Entre las especies destacaron la tortuga lora, cuyas áreas de alimentación principales se localizaron en aguas de los Estados Unidos, y los individuos de caguama, de estos ninguno migró hacia el norte.
Éste es el primer trabajo en México que identifica ampliamente los hábitats críticos de tortugas en el Golfo de México y Caribe occidental, reafirmando que la conservación de las tortugas no es asunto de un solo país; todos las naciones que bordean las cuencas de estos dos mares deben colaborar para protegerlas.
También pudimos evidenciar que los machos de tortugas comparten sus hábitats con las hembras (https://doi.org/10.3389/fmars.2020.561846, 2020); los machos son una de las últimas fronteras del conocimiento sobre la biología y ecología de estas especies.
Nuestros resultados fortalecen el conocimiento científico sobre la diversidad marina del Golfo de México y constituyen un parteaguas en el conocimiento de estas cuatro especies. La información de línea base –hábitats críticos de residencia, reproducción y corredores de migración– presentada como mapas, suma a los esfuerzos de asegurar la permanencia de las tortugas marinas en el tiempo: “conservar sus espacios para conservar a las tortugas”.
Además, se da la primicia de un indicador de hábitat disponible para las crías y juveniles de tortugas en el Golfo de México, estando los espacios más amplios frente a las costas de Veracruz.
Adoptar y aplicar estos productos como herramientas de política pública para la conservación y manejo de las poblaciones de tortugas marinas es un reto que requiere la participación de múltiples sectores, así como de nuevas generaciones que sostengan el empuje para la conservación de estas especies en peligro y sus espacios esenciales.
En efecto se generan oportunidades de dar continuidad a la conservación y restauración de la biodiversidad marina, incluyendo la compatibilidad de actividades socioeconómicas de alta relevancia para el bienestar de las comunidades costeras como son la pesca, el turismo, la industria petrolera y el impacto de las arribazones de sargazo a sus hábitats críticos.
Agradecimientos
Al equipo del Laboratorio de Percepción Remota y SIG del Cinvestav Mérida por su trabajo en el proyecto. A Sandra Gallegos por la fotografía y a Edgar Castro por el procesamiento de los mapas.
María de los Ángeles Liceaga-Correa,
Eduardo Cuevas y Abigail Uribe-Martínez
Cinvestav-Mérida
maria.liceaga@cinvestav.mx
Tomado de: La Jornada Ecológica
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