Está dotado con un presupuesto de 1,500 millones de pesos, a cinco años
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Con el objetivo de que en cinco años México cuente con herramientas de observación, desarrollo tecnológico y modelos numéricos que permitan establecer planes de contingencia y actividades de mitigación en caso de ocurrir derrames de hidrocarburos a gran escala en el Golfo de México, así como información para evaluar su impacto ambiental, el 23 de marzo arrancó en el CICESE el proyecto oceanográfico más ambicioso y complejo que haya implementado nuestro país, el cual, con un monto de 1,500 millones de pesos, es financiado por el CONACYT y la Secretaría de Energía. Se trata del megaproyecto “Plataformas de observación oceanográfica, línea base, modelos de simulación y escenarios de la capacidad natural de respuesta ante derrames de gran escala en el Golfo de México”. De acuerdo a lo señalado por el Dr. Federico Graef Ziehl, director general del CICESE, institución que lidera este megaproyecto (aprobado en la convocatoria 2012 SENER-CONACYT, del fondo de hidrocarburos), uno de los principales retos será coordinar el esfuerzo de 10 instituciones académicas y de más de 100 participantes científicos -un número que podría llegar a 200 en el transcurso de los próximos meses-. Así, consideró, el trabajo en equipo será fundamental para poder cumplir con objetivos tan ambiciosos. Recordó que tomó cuatro años lograr el reconocimiento y aprobación de la propuesta, misma que surgió luego del derrame en la plataforma DeepWater Horizon, frente a las costas de Luisiana, en 2010. “Despertamos a la realidad de que no entendemos lo que pasa en el golfo. Ninguno de los modelos podía descifrar a dónde iba el crudo. De hecho, 25 por ciento de ese petróleo derramado no se sabe actualmente dónde está”, indicó el Dr. Juan Carlos Herguera, investigador del CICESE y responsable técnico del megaproyecto. Así, fue necesario replantear cómo tenía que ser la aproximación al problema, para poderlo entender. Además, se aprovechó que Petróleos Mexicanos tiene un genuino interés en este proyecto, mismo que ahora, con la reforma energética de 2014, no sólo tendrá como único usuario a esta paraestatal. El megaproyecto está dividido en cinco grandes líneas de acción: Oceanographic observation platforms, a cargo del Dr. Francisco Javier Ocampo Torres; Baseline and environmental monitoring, a cargo de la Dra. Sharon Herzka Llona; Numerical models of circulation and Biogeochemistry, a cargo del Dr. Julio Sheimbaun Pardo; Natural degradation of hydrocarbons, a cargo del Dr. Alexei Licea Navarro, y finalmente Análisis de escenarios de derrames, a cargo de la Dra. Paula Pérez Brunius. Todos ellos son investigadores del CICESE. En términos generales, Juan Carlos Herguera explicó que con estas líneas de acción lo que se busca es combinar el conocimiento de quienes se dedican a hacer mediciones en el mar, con el conocimiento de aquellos que tratan de reproducirlo con modelos matemáticos y físicos. “Lo que queremos es tratar de conocerlo de tal manera que los modelos y lo que observamos coincidan lo más posible. Después, queremos que eso sirva para que, en el caso de un gran derrame en el Golfo de México, las tareas de mitigación (lo que deben hacer y lo que no pueden hacer) se planteen de una forma racional, dependiendo de la estación del año, de la profundidad y de otras variables que juegan un papel importante”. En detalle, ¿qué se quiere hacer? En términos llanos, se tratará de generar el conocimiento necesario para que cuando ocurra un derrame, las autoridades tengan las herramientas imprescindibles para tomar decisiones. En forma desglosada, los objetivos del consorcio son: generar y utilizar tecnologías de vanguardia para observar el océano de una forma continua y en algunos casos en tiempo real, que se puedan usar en caso de un derrame y que junto con modelos numéricos permitan estimar su dispersión y posibles consecuencias. Se busca también realizar mediciones físicas, químicas y biológicas para establecer una línea base del estado actual y variabilidad natural del gran ecosistema del Golfo de México. Adicionalmente, se proyecta construir modelos físicos, biogeoquímicos y de transporte de hidrocarburos que incorporen procesos de intemperización y generen mapas de riesgo, tiempos de arribo y estimación de impactos en forma eficiente, tomando en cuenta las características químicas de los hidrocarburos y la posición y profundidad de los posibles derrames. Se quiere también establecer el potencial de la degradación de hidrocarburos, y elaborar escenarios de derrames que integren información generada por el proyecto. Formar gente Un aspecto importante que también se pretende alcanzar es la formación de técnicos, estudiantes de posgrado y posdoctorantes capacitados en utilizar las herramientas que el proyecto va a generar. Para esto, recordó que el consorcio agrupa a las más reconocidas instituciones académicas mexicanas en oceanografía, algunas de las cuales (como el CICESE) tienen más de 30 años de experiencia estudiando el Golfo de México. Se dará énfasis en la realización de estancias de investigación en las instituciones que colaboran con el proyecto, así como en la movilidad estudiantil y en fortalecer vínculos con el mercado laboral y con PEMEX. Recordó que en los centros de investigación y universidades participantes se ofertan un total de 16 programas de posgrado relacionados con las ciencias del mar, adscritos al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) SEP-CONACYT: cuatro en el nivel de competencia internacional -el más alto en este padrón- y 10 en el nivel de posgrados consolidados. A la reunión asistieron académicos y administrativos de las 10 instituciones participantes, que son, además del CICESE, el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), unidad Mérida; cuatro dependencias de la UNAM (el Centro de Ciencias de la Atmósfera y los institutos de Ciencias del Mar y Limnología, de Biotecnología y de Geofísica); el Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (CIDESI); la Universidad Autónoma de Baja California (UABC); el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), y Baja Innova, SAPI de CV, como la empresa asociada al consorcio. La agenda de esta reunión de arranque del proyecto se desarrollará del 23 al 27 de marzo, e incluye sesiones particulares en cada una de las líneas de acción. Al respecto, Juan Carlos Herguera consideró que “cuando hay tantos grupos involucrados, y sobre todo tantas disciplinas, nos tenemos que poner de acuerdo en muchas cosas que son fundamentales, para que todo esto funcione. De ahí viene la necesidad de esta reunión de arranque. A partir de hoy habrán reuniones muy específicas por línea de investigación. Y luego, lo más fascinante, entre líneas de investigación, para ver cómo van a plantear el trabajo futuro. “Estamos tratando de visionar qué es lo que vamos a hacer de aquí a cinco años, pero también el darnos las herramientas y los mecanismos para que eso sea posible entre grupos que tradicionalmente no se han hablado entre sí. Es un gran desafío para nosotros el poder comunicarnos las distintas disciplinas, pero es imprescindible hacerlo si queremos llegar a donde queremos llegar con este proyecto”, indicó. Al agua, patos… Sobre el inicio de actividades formales del proyecto, informó que el primer crucero oceanográfico (de 32 proyectados) está programado a principios de agosto. “Es del grupo de microbiología, que hará una serie de experimentos y tomará muestras de agua y bacterias en el mar. Luego salen los cruceros Xiximi, que son los organizados entre el CICESE y la UABC; luego van a salir los del CINVESTAV. Este mismo año a partir de agosto estará saliendo todo el mundo al mar, prácticamente hasta diciembre, sin parar. Siempre habrá un equipo que esté en el mar haciendo una campaña”, anunció. Tres grandes productos, tres Entre los numerosos productos que se pretenden capitalizar al final del proyecto, Juan Carlos Herguera destacó tres: el conocimiento de la línea base; es decir, entender cómo funcionan, no a grandes rasgos, sino en promedio, las condiciones del gran ecosistema del Golfo de México y su variabilidad, sea estacional o derivada de otros mecanismos. En segundo lugar, los modelos. “Buscaremos con ellos poder capturar cómo funciona el Golfo de México; que reproduzcan de la manera más real posible, cómo está funcionando el golfo, ya no solamente con la circulación, pues hasta ahora los modelos eso es lo que hacen: ven cómo se mueve el océano. Ahora les queremos incorporar otra capa más compleja: cómo interacciona la vida en el océano, con ese movimiento del mar. Eso le añade una complejidad que apenas está empezando a estudiarse en todo el mundo. No es que seamos nosotros los que estamos empezando. No. Están empezando esto en muchos otros lugares. Por eso es un gran desafío. Los físicos han estado trabajando con esos modelos los últimos 20 o 30 años; pero sólo en la parte física. Poder acoplar la parte biogeoquímica y ecológica a esos modelos es todo un desafío. Ese va a ser un gran producto”, consideró el Dr. Herguera. El otro gran producto serán las plataformas de observación, indudablemente. “Vamos a pasar de tener prácticamente una boya como instrumento oceanográfico funcionando en el golfo, a tener varias boyas, radares, gliders. Es decir, tendremos toda una serie de plataformas que van a estar tomándole el pulso al Golfo de México en tiempo continuo, de manera que vamos a tener otra visión, mucho más cercana, de lo que es el golfo. Sobre todo a otra escala, una escala que hasta ahora no hemos podido estudiar, que es la mesoescala, la de más interés en el caso de existir un derrame”. Consideró también que el proyecto será un gran desafío tecnológico. El uso de gliders, por ejemplo, “que es una tecnología relativamente nueva a nivel internacional y que vamos a tratar de desarrolla en México. En ellos intentaremos colocarles nueva instrumentación para medir otras variables que en estos momentos no se miden”. Un glider es un planeador submarino que puede liberarse incluso desde una pequeña embarcación. Su encanto es que se sumergen hasta mil metros de profundidad y durante el trayecto capturan datos de la temperatura, salinidad, oxígeno disuelto y de distintas propiedades y variables que tiene el océano, y que son claves para entenderlo. Esos planeadores emergen después de su viaje de 3 días, y en superficie levantan una antena, transmiten los datos, esperan instrucciones desde una torre de control (en este caso, una que está aquí en el CICESE), y desde esa torre se les proporcionan instrucciones sobre lo que tiene que hacer a continuación. Es como tener un dron submarino tomándole el pulso al océano en tiempo real. La parte tecnológica se refiere, en términos generales, a todo lo relacionado con plataformas de observación oceanográfica. “Todas son grandes avances tecnológicos que van a haber en México gracias a este proyecto”. “Por otro lado, están los laboratorios. Se está solicitando una infraestructura analítica muy moderna, muy sensible, y con ella pretendemos medir una miríada de variables en el océano: desde la parte genómica para tratar de entender cuál es la información genética que tienen los organismos para procesar los hidrocarburos y cómo varía esa información, a los análisis más sofisticados que puedan hacerse sobre el petróleo disuelto en el agua, incluso en cantidades mínimas, para obtener lo que llamamos la firma isotópica que nos lleve al sitio de origen de ese derrame que estamos viendo en el mar”, señaló. Sobre la manera en que este megaproyecto puede proyectar al CICESE en el escenario oceanográfico internacional, pues participan en él, como asociados, las principales instituciones mundiales dedicadas a las ciencias del mar (Scripps y Woods Hole de Estados Unidos, o el Laboratorio de Estudios en Geofísica y Oceanografía Espacial -LEGOS- de Francia, entre varias más), consideró que “nos pone en el mapa de lo que será la oceanografía del siglo XXI en el mundo”. |
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