Oscar Sosa-Nishizaki, Zurisaday Ramírez-Mendoza y Alfonsina Romo-Curiel
¿Quiénes son los peces pelágicos mayores? ¿En dónde podríamos encontrarlos en las aguas del Golfo de México? ¿Qué importancia tienen estas especies en el establecimiento de una línea base ambiental?
En el tomo IX del atlas abordamos estas interrogantes. Saber en dónde se distribuye una especie es parte de la información básica sobre su ecología, también ayuda a entender su rol dentro de un ecosistema. Se le llaman peces pelágicos mayores a aquellas especies que se distribuyen principalmente en aguas oceánicas, lejanas de la costa, y que alcanzan un tamaño corporal máximo superior a un metro de longitud. Dentro de este grupo de especies se encuentran los atunes, los peces picudos, como los marlines, y varias especies de tiburones y mantarrayas.
Generalmente, estas especies se encuentran cercanas a la superficie y la mayoría tienen la capacidad de hacer buceos profundos hasta alrededor de los mil metros. Otra característica interesante de este grupo de peces es que son depredadores tope, esto es que se ubican en el nivel más alto de la cadena alimentaria de las comunidades ecológicas en donde habitan. En este lugar mantienen la estabilidad de los ecosistemas, por lo que su eliminación puede alterar la red alimentaria. A la fecha se han contado 44 especies de peces pelágicos mayores que habitan el gran ecosistema que es el Golfo de México.
A pesar de que varias de estas especies pelágicas han sido objetivo de la pesca comercial (para la venta de su carne) como de la recreacional (deportiva), la información sobre su biología y ecología es poca, sobre todo para aquellas especies que se encuentran en la porción sur del Golfo de México.
Bajo este contexto, para construir los mapas de distribución que se presentan en el atlas, utilizamos herramientas estadísticas que solo requieren de información sobre la presencia de las especies y de una serie de variables ambientales que permiten predecir su distribución potencial a partir de sus requerimientos ecológicos. Esto nos permitió localizar los sitios dentro del golfo con condiciones idóneas para la presencia de las especies, incluso en sitios no muestreados. Así logramos construir los mapas de distribución de 24 de las especies de pelágicos mayores, incluyendo aquellas de importancia pesquera como el atún aleta amarilla y de importancia para su conservación como del tiburón ballena y la manta cornuda. Esta información básica es útil principalmente para los interesados en la pesca comercial, la pesca recreativa y la conservación de estas 24 especies que habitan el Golfo de México. Asimismo, los mapas complementan al conocimiento de la distribución de la biodiversidad marina de este golfo. Por último, estos mapas de posible distribución nos permitieron evaluar qué tan vulnerables son estas especies ante un derrame de petróleo tomando en cuenta tanto sus características biológicas, como su distribución (https://escenarios.cigom.org).
La búsqueda de la información para la creación de estos mapas nos permitió apreciar los servicios ecológicos que este ecosistema nos brinda. Por ejemplo, desde tiempos prehispánicos el golfo ha sido fuente de alimento marino o de material para la vida diaria de las culturas ancestrales.
Desde la llegada de los españoles a lo que ahora es el puerto de Veracruz, las aguas del golfo han permitido el desarrollo de un complejo sistema de rutas marítimas de embarcaciones de diferentes tamaños. Su costa ha sido la base para la creación de puertos o como lugar de esparcimiento playero, sus fondos marinos han privilegiado el desarrollo de la industria petrolera mexicana. Además, no cabe duda de que este gran ecosistema sostiene una alta diversidad marina.
El atlas establece la línea base, ahora el reto es incrementar la información que permita investigar sobre los mecanismos ecológicos y oceanográficos que nos ayuden a entender a fondo las distribuciones de las especies que se representan en sus mapas. Sobre todo, en las áreas en donde coinciden varias de las especies, que en el atlas denominamos como hotspots.
Seguramente en las áreas en donde identificamos la presencia de los hotspots hay condiciones que permiten la agregación de varias especies, y el reto es saber cuáles son estas condiciones ecológicas y oceanográficas.
Tenemos mucho que investigar y eso es lo que nos mantiene con entusiasmo para seguir contestando este tipo de preguntas y otras más que estamos seguros coadyuvarán a un mejor uso de los servicios ecosistémicos del Golfo de México.
Oscar Sosa-Nishizaki, Zurisaday Ramírez-Mendoza y Alfonsina Romo-Curiel
Departamento de Oceanografía Biológica, CICESE
Correo-e: ososa@cicese.mx
Tomado de: La Jornada Ecológica
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