Tras seis años de investigación, científicos mexicanos están listos para actuar ante incidentes petroleros de gran escala en el Golfo de México. Es sabido que por sus infinitas bondades —abastece de recursos naturales, alberga alta biodiversidad, sustenta el turismo, brinda servicios ecosistémicos— el Golfo de México está íntimamente ligado al bienestar social y a la economía del país. Sin embargo, no había recibido el trato que se merece. Pese a que desde hace muchos años México se ha sostenido en buena parte gracias a los beneficios que le saca vía la extracción de gas y crudo, parecía que no interesaba a nadie lo que hay y lo que pasa en este mar tan imprescindible como vulnerable (de acuerdo con la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de Naciones Unidas, la actividad petrolera lo ha convertido en el ecosistema marino más amenazado del planeta). En 2015 las cosas comenzaron a cambiar. Alrededor de 300 científicos, técnicos, cartógrafos, estudiantes de posgrado y licenciatura de 13 reconocidas instituciones mexicanas y extranjeras, el Cinvestav-Mérida entre ellas, se embarcaron en el proyecto de investigación oceanográfica más ambicioso, complejo, costoso e interdisciplinario de la historia de México en busca de información sobre ese gran desconocido. Hoy, fruto de seis años de trabajos intensos, se sabe con bastante exactitud cuál es el estado de salud del Golfo de México y cuál su situación de vulnerabilidad. Los datos obtenidos hacen posible sentar las bases científicas para generar estrategias de prevención, atención y mitigación de incidentes petroleros en sus aguas. El objetivo último del proyecto era desarrollar la capacidad predictiva mediante la generación de escenarios de derrames y la medición de su potencial efecto sobre los ecosistemas, recuerda la Dra. Paula Pérez Brunius, oceanógrafa del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese). “Sabemos ahora qué regiones, especies y ecosistemas podrían verse afectados si ocurrieran derrames de gran escala y, lo que es mejor, dónde es poco probable que lleguen las manchas de crudo, lo que ayudará a planear mejor la respuesta, distribuir con precisión los recursos y analizar a detalle qué especies hay y cómo serían afectadas”, señala.
Frutos abundantes
La culminación del excepcional esfuerzo está plasmada en la colección de tres tomos “Regiones, especies y ecosistemas vulnerables ante escenarios de derrames de gran escala en el Golfo de México”, presentada hace unas semanas. La colección incluye un resumen ejecutivo, donde se recapitula de forma concisa el contenido de los tres tomos, desde el punto de vista de los logros obtenidos (desarrollo de herramientas y bases de datos generadas), resultados (qué fue lo que se encontró), y recomendaciones (cómo se puede usar la información, cuáles son los pasos a seguir en adelante o qué áreas de oportunidad existen). “Esta obra no es una bola de cristal, pero será muy útil para saber hacia dónde encauzar los esfuerzos e incluso con cuánto tiempo se cuenta para reaccionar en caso de un gran derrame”, señala la Dra. Leopoldina Aguirre Macedo, investigadora del Cinvestav-Mérida. “Es algo así como el cono de pronóstico que representa la posible trayectoria de un huracán y señala qué partes pueden ser golpeadas con más intensidad, aunque a veces el meteoro cambia de dirección de último momento y no pasa por dónde se espera. Con los escenarios de un derrame es casi lo mismo: se busca saber cuál es la probabilidad —dentro de todas las habidas y por haber— de que la mancha llegue a cierta playa o se vaya al centro del Golfo, lo que da oportunidad, como cuando se acerca un huracán, de levantar una alerta y planear medidas de prevención”.
El CIGoM
La Dra. Pérez Brunius recuerda que la catástrofe ecológica de 2010 a consecuencia de un derrame provocado por una explosión en la plataforma “Deep Water Horizon” mostró la necesidad de estudiar a fondo la parte mexicana del Golfo a fin de estar mejor preparados para lidiar con un potencial desastre. La propuesta se presentó en 2013 y los trabajos comenzaron en 2015. Para coordinar la colosal tarea, las instituciones participantes se integraron en el Consorcio de Investigación del Golfo de México (CIGoM).
Sitios vulnerables
No todos los sitios ni todas las especies son afectados de la misma manera por un vertido, apunta la investigadora del Cicese. Depende de numerosos factores: su capacidad de recuperación, la existencia de otras amenazas, la rapidez con que se reproducen, su sensibilidad a la exposición al petróleo. “Pasa como con el Covid y las comorbilidades”, dice la Dra. Aguirre: todos podemos contagiarnos, pero si además padecemos obesidad, hipertensión o diabetes, es probable que la enfermedad nos pegue con más fuerza. Son importantes todos los datos para elaborar los escenarios y calcular la vulnerabilidad: cuánto dura el derrame y dónde ocurre, la estacionalidad —si es época de huracanes a lo mejor los cetáceos y las tortugas andan lejos—, el tipo de hábitat, las corrientes marinas… En cuanto a la distinta capacidad de recuperación de los organismos a los derrames, pone como ejemplo a los fumadores, que con cada cigarro introducen en su cuerpo diversas sustancias. El organismo las metaboliza y las desecha, pero no con la misma rapidez en todos los casos, porque no es lo mismo fumarse una cajetilla que dos o tres cigarros al día o estar sano que padecer un mal crónico. En términos generales, las especies que pueden moverse son menos frágiles que las que no pueden hacerlo, como los pastos marinos o los corales”, precisa. “Básicamente, lo que se busca es usar la información para entender mejor la vulnerabilidad del ecosistema. Como es lógico, mientras más datos se tengan, más precisa será la estimación. Nuestro propósito es identificar todas las amenazas —no solamente el petróleo— a que se ven expuestas las regiones, especies y comunidades marinas”.
La Península de Yucatán
De los seis sitios analizados —donde Pemex informó hace seis años que había mayor probabilidad de hacer exploraciones—, la Península de Yucatán es una de las regiones menos vulnerables, en términos generales. Primero, porque no hay pozos petroleros en la zona y luego porque la circulación del mar, tanto en las profundidades como en la costa, va en contra. “Es muy difícil que manchas de aceite que están en aguas profundas arriben a la playa, salvo cuando son empujadas por el viento. Y como generalmente en esta región soplan los vientos del Este, los restos de crudo tienden a irse hacia el Noroeste, o sea, en dirección contraria a Yucatán”, explica la Dra. Pérez Brunius. Es improbable que el crudo de un derrame llegue a las costas de Yucatán, pero eso no quiere decir que si Pemex decide explorar en la zona, los ecosistemas y especies no resulten afectados, sobre todo los más vulnerables, como los arrecifes de coral o algunos pastos marinos que ya resienten los efectos de actividades antropogénicas.
Impacto indirecto
“O sea, de acuerdo con la ubicación de los pozos abordados en el estudio, la Península tiene una vulnerabilidad baja, pero como el análisis se hace con base en lo que ocurre cuando hay una exposición al crudo, es posible decir que hay ecosistemas y especies que resultarían afectados en caso de que se inicien trabajos de exploración frente a sus costas”. Además, es importante considerar el tema de la conectividad, interviene la investigadora del Cinvestav. Todas las regiones del Golfo están relacionadas, por lo que un derrame puede tener repercusiones graves en la región, ya que las cadenas tróficas, la migración o los ciclos de reproducción pueden resultar alterados. Mar de dudas La Dra. Aguirre Macedo admite que quedan aún muchas preguntas sin respuestas. “Nos enfocamos en los efectos del petróleo en ciertos grupos, como el fitoplancton (el conjunto de organismos fotosintéticos que viven dispersos en el agua), el bacterioplancton y peces del fondo del mar y la columna de agua, sabemos qué les pasaría con una exposición directa a los hidrocarburos, pero desconocemos qué puede suceder en sus metabolismos si hay un aumento de temperatura en el océano. Los expusimos al crudo bajo condiciones controladas, lo que sigue es hacer experimentos a diferentes temperaturas, diferente acidificación del agua… estudios más específicos”. “No es que carezcamos de respuestas”, matiza la Dra. Pérez Brunius. “Tenemos muchas, pero obviamente no para todo. Sabemos ya lo que puede ocurrir, por ejemplo, en un derrame en Tamaulipas: la mancha de crudo tenderá a extenderse entre el norte de Veracruz y Texas, y es poco probable, por no decir imposible, que llegue a Yucatán”. Ya se conoce dónde están las especies estudiadas, por lo que se pueden hacer planes de atención. Como existe mucha más información que hace seis años, hay una mejor idea de cómo abordar una contingencia. “No conocemos todo a nivel de detalle, pero sí tenemos una buena aproximación de lo que pasaría en caso de un accidente en el plano regional. Ese es el tipo de respuestas que tenemos, no podemos afirmar que si hay un derrame frente a Campeche los tiburones se van a morir, a qué nivel se van a ver afectados, cuánto van a tardar en recuperarse. No llegamos a tanto, todavía”.
Tema complejo
El tema de la vulnerabilidad tiene muchas aristas y no es fácil medirlo. No hay especie ni ecosistema a salvo de amenazas como el cambio climático, la contaminación, la acidificación de las aguas. Y si a estos retos se les suma el derrame de petróleo, la probabilidad de una catástrofe ambiental aumenta exponencialmente.
Instrumentos
Estos resultados ofrecen a los tomadores de decisiones herramientas para elaborar planes y estrategias en favor de la conservación del Golfo, dice la Dra. Aguirre. Además, aporta elementos para fortalecer las políticas públicas dirigidas a regular las actividades de la industria petrolera, para que tenga muy claro cuáles son los posibles impactos de sus actividades. “Ya se sabe lo que hay, lo que puede verse afectado, por lo que se le puede exigir que asuma su responsabilidad en favor de la conservación”, sentencia. “Ya sabemos dónde están los organismos, tenemos una mejor idea de cómo elaborar las herramientas para evaluar la vulnerabilidad y generar escenarios, y por último, pero no menos importante, ya están puestas las bases para acometer la investigación de las demás amenazas, como cambio climático, contaminación, acidificación del mar, que ponen en peligro la sobrevivencia de este ecosistema”, señala. Lo que sigue ahora es despertar el interés de las autoridades en todo lo que se logró con este enorme esfuerzo de investigación, dar a conocer que esto existe, de que las herramientas, los recursos humanos que se formaron, los laboratorios que se instalaron, las gigantescas bases de datos, están a disposición de quien los necesite, advierte la Dra. Pérez Brunius. “Si no hay continuidad, todo lo avanzado con tanto esfuerzo puede desaparecer, lo que sería verdaderamente absurdo”.— Megamedia La zona Península de Yucatán del Golfo de México tiene una baja vulnerabilidad, lo que no significa que esté totalmente a salvo del impacto de un derrame.
Tomado de: Diario de Yucatán
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