Sharon Z. Herzka, investigadora del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada; Rigel Alfonso Zaragoza Álvarez & Edward M. Peters, investigadores del Consorcio de Investigación del Golfo de México.
Las representaciones geográficas prehistóricas reflejan la necesidad de las primeras comunidades de plasmar las características espaciales de su entorno. Nuestros antepasados desarrollaron una innovadora plataforma de comunicación
que, con el tiempo, se convirtió en la disciplina de la cartografía. Es así que los primeros mapas de los que se tiene registro, datan de entre 15 000 a 25 000 años antes de nuestra era e integran la ubicación de ríos, montañas y costas, además de estrellas. Los primeros navegantes fueron exploradores y comerciantes que enfrentaron duras circunstancias para elaborar mapas de las costas continentales. A través de cuidadosas observaciones, documentaron los puntos de referencia observables desde el mar usando la posición del sol, las constelaciones, el horizonte; además, registraron la posición de estructuras sumergidas que significaban riesgos para la navegación. Los océanos, que cubren alrededor de 70 % de la superficie de la Tierra, eran prácticamente invisibles a los ojos humanos.
Los conocimientos generados por los grandes exploradores, financiados en parte por los imperios colonizadores, dieron paso al estudio moderno de los océanos, integrado hoy en la ciencia de la oceanografía. La primera expedición científica se llevó a cabo a bordo del HMS (Navío de Su Majestad) Challenger, una embarcación británica que navegó los océanos Atlántico, Índico, Pacífico y Antártico entre 1872 y 1876. Los estudios del Challenger generaron los primeros mapas globales de las corrientes, la temperatura, la química de las aguas y las características del fondo; además, se colectaron miles de especímenes, poniendo en claro que los ecosistemas marinos no eran desiertos, sino altamente diversos incluso en regiones que sobrepasan los 11 km de profundidad. Desde su inicio, la oceanografía involucró esfuerzos de investigación interdisciplinaria. Las propiedades físicas, químicas y biológicas de los océanos están intrínsecamente relacionadas; por ello, es indispensable la cooperación con el objetivo de lograr un entendimiento integral y sustentar la toma de decisiones, la conservación y el manejo de los ecosistemas. Uno de los retos para elaborar representaciones espaciales de los océanos es que constituyen un ambiente tridimensional pues, por su naturaleza líquida y su acoplamiento con la atmósfera, se encuentran en constante movimiento.
Además, las características físicas, químicas y ecológicas varían según la profundidad, ya que los océanos están estructurados por estratos, como si fuera un pastel de varias capas de sabores del que sólo vemos la cubierta de glaseado. Los océanos y ecosistemas marinos desempeñan un papel fundamental en el sustento de la vida a nivel planetario y en la mitigación de los efectos del cambio climático. Proveen servicios ecosistémicos que sustentan la pesca, reducen la contaminación y ofrecen esparcimiento a la humanidad. Hoy, más que nunca, los ecosistemas marinos están degradados y bajo amenazas persistentes asociadas a actividades humanas y sus consecuencias: extracción y vertimiento de hidrocarburos, contaminantes plásticos y microplásticos, nutrientes en exceso, cambio climático (acidificación y aumento en el nivel del mar), sobrepesca y desarrollo costero desmedido. Desde sus inicios, la cartografía de México destacó por el estudio del amplio y diverso territorio terrestre, si bien excluyendo a los océanos. El Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizó el primer Atlas nacional de México (1990-1992), el cual incluyó algunos aspectos oceanográficos, pero de alcance limitado por la ausencia de información. A lo largo del tiempo, se han hecho esfuerzos individuales centrados en regiones específicas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de México, e instituciones como el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), realizan estudios destacados sobre los mares y costas del país. Sin embargo, hay una gran carencia de información cartográfica integrada e interdisciplinaria que sirva como referencia de las condiciones ambientales predominantes y pueda proporcionar información robusta, estructurada y reciente para el manejo, conservación y entendimiento de los mares mexicanos.
Una ventana a un patrimonio nacional
El Atlas de Línea Base Ambiental del golfo de México es el primer estudio geográfico sobresaliente que el país tiene de uno de sus mares y representa la más detallada e interdisciplinaria caracterización hecha hasta el día de hoy; es una referencia de importancia histórica. Los once tomos temáticos y los 1,331 mapas que lo componen reflejan el conocimiento derivado de múltiples aproximaciones, incluyendo muestreos, modelos numéricos y el uso de sensores remotos. Hace mucho hincapié en las aguas mexicanas del golfo central, donde la profundidad alcanza cerca de los 4 000 m, así como de la Plataforma de Yucatán, el Plegado Perdido en el noroeste y la bahía de Campeche en el sur. La obra integra el esfuerzo de investigación de más de 280 personas y diez instituciones mexicanas que colaboraron a lo largo de tres años y medio. Está escrita en un lenguaje no especializado, cada tomo incluye una sección introductoria y otra que describe las aproximaciones científicas y cartográficas empleadas en su elaboración. Además, toda la obra incluye fotografías e ilustraciones de gran riqueza visual.
El Atlas presenta mapas de las condiciones meteorológicas, corrientes y oleaje a lo largo del año, así como de las características fisicoquímicas y la distribución de hidrocarburos en las diferentes profundidades y en el fondo marino.
Se incluyen los hábitats de especies de importancia pesquera y bajo conservación: peces pelágicos, tiburones, cetáceos y tortugas marinas, además de los ecosistemas de pastos marinos, hábitats de crianza para numerosas especies. En el Atlas se evalúa el estado de salud de organismos bioindicadores y se caracterizan distintas comunidades, incluyendo el fitoplancton y zooplancton que conforman la base de la cadena alimentaria; las bacterias y hongos, importantes en los ciclos geoquímicos naturales y que tienen la capacidad de degradar contaminantes como los hidrocarburos; la megafauna asociada al fondo marino y la infauna que vive entre los sedimentos del fondo. Establecer la línea base del golfo de México es, sin duda, uno de los logros más trascendentales del cigom. Ahora el país posee conocimientos sin precedentes de este gran ecosistema y
una herramienta fundamental para evaluar de manera sólida los impactos generados por derrames de petróleo y otros de carácter natural o antropogénicos.
Número completo disponible en: https://conacyt.mx/wp-content/uploads/publicaciones_conacyt/ciencias_y_humanidades/03_Ciencias_y_Humanidades.pdf
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